lunes, 31 de agosto de 2009

relato erotico " la hermana de mi mujer"

LA HERMANA DE MI MUJER Esta es una de esas historias que a cualquiera le puede resultar increíble. Hasta el día en que me sucedió, jamás hubiera siquiera soñado en que aquello que siempre fue objeto de mi imaginación podría haberse convertido en una fascinante y peligrosa realidad. Me llamo Roberto tengo 36 años y vivo en Sonora, mexico. Estoy casado con Judith Graciela, así se llama mi esposa ella tiene 34 años. La hermana de mi esposa se Martha Edith ella tiene 28 años, ella es casada su esposo tiene 39 años.
Con Martha Edith en particular, siempre habíamos tenido una relación de amistad de mucha confianza, tanto así que frecuentemente bromeábamos con que entre ambos había algo más que eso, lo que incluso era motivo de risa de mi esposa.
Muchas veces se quedó en mi casa puesto que ella vive bastante apartado de la ciudad. Y siempre las bromas fueron motivo de risas para los tres, incluso algunas con abierto contenido sexual. Tal era la relación que, un fin de semana celebrábamos el aniversario de casados de mi esposa y yo.
Martha edith fue sola a la fiesta ya que su esposo se encontraba fuera de la ciudad, a sus hijas las dejo en casa de suegra para estar mas comoda en la reunion, fueron varias personas familiares, la mayoria parejas de matrimonios, amigos nuestro y algunos compañeros de trabajo de mi esposa y mio.
La reunion empezo como a las 5 de la tarde y la mayoria de los invitados se fueron alrededor de las 11 o 12 de la noche. Todo estaba acordado; mi cuñada se quedaría a dormir en casa, asi que cuando se fueron todos decidimos ir a una disco y aunque en definitiva nadie más quiso seguirnos, el panorama estaba y la noche recién comenzaba. Al llegar a la disco, en realidad había menos gente de la que esperábamos, pero no estábamos para aburrirnos y al rato estábamos los tres bailando animadamente. Había pasado más de tres horas y varias copas de más comenzaban a hacernos efectos. Supongo que un poco debido a esto último y a que hacían varios días que no hacíamos el amor con mi mujer que ver tanta hembra a mi alrededor hizo que me empezara a excitar. Mucho baile junto a mi mujer y a Martha Edith hacía que una tremenda erección se fuera desarrollando. Estábamos bailando desaforadamente cuando aparece un amigo mio y de mi mujer que interrumpe el trío y me pidio dejara bailar a mi esposa con el y salieron a bailar. Entre algunas bromas me quedé con Martha Edith y un merengue de moda que me dio valor para ponerme un poco más lanzado. Sin perder de vista a mi mujer fui apretando cada vez más a mi excitado cuerpo a Martha edith, que lejos de sorprenderse respondía abiertamente a mis insinuaciones. La verdad es que siempre me llamó la atención esta mujer, pero me resultaba particularmente atractiva ahora, que vestía un ajustado jeans y un top que marcaba un par de apetecibles senos. Los giros y tomadas de cintura y cadera hacían que mi erección resultaba más que evidente, y yo más que evitar los roces buscaba afanosamente tocar la entrepierna de Martha Edith. Judith Graciela, que ya demostraba el efecto de unos cuantos tequilas demás, bailaba metros más allá de donde estábamos provocándonos Martha Edith y yo. Digo esto porque en una vuelta fue ella la que busco rozarse con mi miembro. No necesité más que esa invitación para acceder con un beso en su oreja a lo que ella respondió con una sonrisa. Yo no dejaba de mirar hacia donde estaba Judith Graciela. Y aprovechaba cada giro para besarle la oreja, el cuello y las mejillas a Martha Edith. Ella se resistía a dejarme sus labios diciendo que nos podría ver mi mujer. Cuando la desafíe diciéndole que no era posible ponerse recatados a esa altura del juego me miró fijamente, con unos ojos ardiendo de excitación y me agarró por el trasero y me besó fuertemente, sin preocuparse de nada. Su lengua buscaba desesperadamente la mía y mis manos que estaban en sus caderas buscaron el borde de su calzón que asomaba por su espalda. Todo me indicaba que al llegar a casa tendría la oportunidad que soñé tantas veces cogerme a la hermana de mi mujer. Nos tomábamos lo que quedaba de nuestros tragos con Martha Edith cuando apareció Judith Graciela que evidenciaba un estado de embriaguez que obligaba a retirarnos de la disco. Y fue lo que hicimos. Buscamos nuestras ropas y al subirnos al taxi pidió irse en el siento del lado del chofer, a lo que accedimos sin protesta alguna Martha Edith y yo. Intercambiamos unas sonrisas y apenas nos sentábamos yo busqué sus manos. La oscuridad en el automóvil y la música con un volumen más que moderado nos daba el marco preciso para preparar lo que sería una de las noches más memorables. Judith Graciela no tardó en cerrar los ojos y apoyada junto al vidrio se quedó dormida. El trayecto de la disco hasta mi casa son veinte minutos. Y yo apenas tomaba las manos de Martha Edith, ella buscó el bulto que se había formado mientras bailábamos y que aún mostraba la calentura que me invadía. Disimuladamente desabrochó mi pantalón y acarició mi miembro, que debe andar por los 19 centímetros. Pero por la excitación y el ardor me parecía que estaba enormemente más grande. Yo me dejaba, y no perdía la vista de Judith Graciela y del chofer que a ratos miraba por el espejo retrovisor. La calentura me invadía cada vez que Martha Edith apretaba el glande. Como llevaba un ajustadísimo jeans, no tuve las mismas posibilidades de acariciarle la entrepierna, que a juzgar de lo lanzada que estaba, supuse debía estar muy lubricada. Con mi mano izquierda me dediqué a tantear su trasero, que junto a sus tetas, firmes por sus 28 años eso es algo de Martha Edith que siempre me habia gustado inclusive la veia y me exitaba, despues supe que es talla 36 b de sosten y estaban mas ricas que las de mi esposa.
Igual que en la disco hurgué entre su piel y la mezclilla y encontré unas tangitas de suave encaje que me puso a mil. Ella dedicada a jugar con el bulto que me quemaba y yo que tiraba suavemente su fino calzoncito. Las luces de los autos que venían en sentido contrario dejaban ver su exitacion en su cara y ya casi sin recato nos tocábamos casi descontroladamente. Al llegar a casa tuvimos que llevar en brazos entre los dos a Judith Graciela que vencida por el sueño y el mareo del tequila hasta nuestro dormitorio que está en el segundo piso. Apenas se despertó para darse cuenta que estábamos en casa y volvió a quedarse dormida. Martha Edith, cuya habitación estaba entre el dormitorio matromonial y el baño, se fue a poner ropa más cómoda, porque quería asegurarse que Judith Graciela estuviera profundamente dormida antes del asalto final. Todo esto me ponía más caliente aún. Al llegar a la sala que está en el primer piso, me encontré a mi cuñada en un provocador baby doll de encaje negro, sentada o mejor dicho semitendida en el sofá. Debo reconocer que esta hembra sabía como provocar. -¿Te gusta mi ropa?, preguntó a la vez que estiraba una de sus piernas hacia el techo exhibiéndose de una manera salvajemente hermosa. -Y a qué hombre no habrías de gustarle, le respondía, mientras me sentaba en el sillón que estaba justo enfrente de Martha Edith. Nos tomamos unas cervezas y hablábamos acerca de lo excitante que había sido el baile en la disco, cuando sentí ruidos en el segundo piso. Subí a cerciorarme y pude comprobar todo estaba en orden. La ventana estaba entreabierta y una vez asegurada, cerré la puerta –por si acaso- y volví a la sala. -¿En qué estábamos?, dijo Martha Edith, con una voz coqueta y sonrisa lasciva. -En que esta noche serás mía, dije decididamente. -Estás loco. Puede ser peligroso. -Todo depende de que sepas guardar esto como un secreto y ya está. Respondí. -Soy como tumba cerrada para guardar secretos. -¿Y para otras cosas, como el sexo, cómo eres?, le pregunté mirando su provocador escote. -Para eso soy muuuuuuuy abierta, dijo mientras se reía y bajaba las piernas del sofá abriéndolas descaradamente. No faltaba más insinuación. Me acerqué y de rodillas a ella la besé con fuerzas, casi mordiendo sus labios. A lo que ella respondió acariciándome el pecho y desabrochando mi camisa. Mis dedos rozaban suavemente sus blanquísimos muslos. Iban desde la rodilla hasta centímetros de su sexo. Eso la calentaba de sobremanera, porque al acercarme a su entrepierna su respiración se aceleraba. -No sabes cuánto te deseaba –le decía mientras besaba sus orejas. -Y tú ni sueñas las veces que te imaginé haciéndome el amor, me respondió. Ahora Martha Edith me lamía el pecho y suavemente me tumbaba sobre la alfombra. Era una visión maravillosa. Esta mujer, delicada y llena de modales dentro de la familia ella era la esposa y la mujer mas seria de nuestra familia, estaba con las piernas abiertas, denotando una vagina empapada sobre mí. El encaje dejaba traslucir la perfecta redondez de sus senos y unos hermosos pezones rosados. Y yo que no podía más con el bulto de mi pantalón. Como pude me desnudé quedando en trusa y Martha Edith gemía frotando su sexo sobre mi pecho y mojándome con su evidente excitación. La lujuria hacía que mi miembro desbordara la diminuta prenda que impedía mi desnudez total. -Vas a saber lo que es una mujer ardiente me dijo, al mismo tiempo que puso su vagina sobre mi boca nunca he sido infiel hoy sera mi primera vez espero no me lo tomes a mal pero mi esposo casi no me toca Roberto. Se movía como poseída. Articulaba palabras casi sin sentido y apenas se entendía la palabra culiar, que para los lectores de otros países es equivalente a follar, joder, o coger. Temblaba cuando suavemente le mordía su caliente monte el cual lo tenia como me lo imagine muchas veces con sus vellos largos y tupido que apenas se podian ver sus labios vaginales, su sexo alargado y hinchadito que no lograba cubrirlo con mi mano. La breve tela de encaje que cubría su sexo estaba absolutamente mojada. Su hermoso trasero, con dos perfectas mitades separadas por su pequeña tangita, era todo ardor. Hice esfuerzos por detener sus frenéticos temblores para separar sus labios y chupar su caliente vagina. Sin pudor lamí su interior y casi entre mordiscos apretaba sus labios. Los líquidos de su sexo sabían a sal deliciosa y a lujuria infernal. Martha Edith no tardó en doblar su espalda hacia atrás anunciando su primer orgasmo. -No aguanto más,aghhhhhaggghhh. Gimió. Temí que sus entrecortados quejidos despertaran a mi mujer. Pero nuestra excitación y frenesí era aún más poderosa. Superior a cualquier sentimiento de culpa o pudor. Cuando se incorporó, todavía a horcajadas sobre mi pecho, pude apreciar las sinuosas formas de sus senos que ahora se veían majestuosamente desnudos sobre el baby doll. Mis manos no tardaron en ir por ellos. Los apreté. Eran hermosos. Estaban hechos justos a mi gusto unas tetas preciosas con pezones grandes y rosadito con sus aureolas hinchaditas y redondas grandisimas unas tetas que en mis manos se veian enormes. Pellizqué los pezones duros y rosadito que crecrion mas al tocarlos. -Sigue. Me gusta que hagas eso. Suplicaba Martha Edith. Descontroladamente rasgué los tirantes tras lo cual apareció un busto sin comparación. Los de Judith Graciela son un poco más grandes, pero 6 años más se notan particularmente en la firmeza los de mi esposa son algo flacidos parecidos a los de mi cuñada. Los senos de Martha Edith, eran evidentemente más duros. Sin salir de la posición, giró sobre sí misma y me invitó a un 69. A tirones sacó mi trusa y mi miembro, como si fuera un resorte salto a sus carnosos labios lo tomo entre sus mano y dijo humm Roberto que enorme es esto que grande lo tienes, no se compara con el de mi esposo, es mucho mas grande el tuyo Roberto. La boca de Martha Edith tenía vocación para una buena mamada. Sin duda la técnica era fruto de un arduo entrenamiento. Subía y bajaba por mi tronco de carne ardiente. Con la punta de su lengua jugueteba con mi glande haciéndome temblar. Yo prácticamente le enterraba mi miembro en su boca, casi atragantándola. Chupé su vagina empapada como no lo hice antes, si hasta mi propio semen me lo estaba tragando. Estaba excitadísimo. El hilo de tela que cubría apenas su redondo culo no impidió que con movimientos circulares de mi lengua la estremeciera cada vez que llegaba hasta su diminuto orificio. No tardé en acabar. Y con movimientos ascendentes eyaculé en la boca de Martha Edith. Borbotones de semen salieron disparado de mi pene. No sé cuánto fue. Pero cuando Martha Edith se levantó y me miró con cara de cómplice pude ver que mi eyaculación caía por la comisura de sus rojos labios, Roberto nunca habia sentido tanto semen en mi boca a mi esposo no le sale tanto como a ti Apenas unos segundos descansamos. Creo que para escuchar si Judith Graciela seguía en lo suyo. -Ahora quiero que me lo metas bien adentro, dijo Martha Edith. Y sin sacarse nada de lo que la tapaba, se puso de rodillas, mostrándome su perfecto culo. Unos cuantos toques tuve que darle con la punta de mi miembro. Y apartando su negro encaje empapado di un solo empujón y arranqué un grito de dolor que al rato fueron gemidos de placer. -Dale fuerte, pidió. -¿Seguro que no te duele?, pregunté mientras le abrazaba los senos y le mordisqueaba el cuello. -Dale, dale...y acabó en otro orgasmo. Más corto pero más intenso a juzgar por la tensión que adquirió su cuello. Se dejó caer sobre sus tetas, dejando una montaña de carne que terminaba en una cumbre que coronaba su enrojecido orificio anal. Como ya estaba lubricado, me lancé a jugar con él. -Eso sí que no, sentenció mirando desde el suelo. -¿Nunca te lo han hecho por alli?, pregunté. -Jamás, me confirmó nadie me lo ha tocado ni mi esposo siquiera. Y parecía verdad, el pequeño orificio, mostraba un centro que parecía impenetrable. -Te prometo que lo vas a disfrutar, argumenté queriendo conseguirlo. -Me va a doler. -Voy a hacerlo con suavidad. Diciendo esto unté mis dedos con los líquidos que fluían por su vagina y empecé con la tarea de dilatarla. La verdad es que no tengo un miembro descomunal, como ésos que se ven en el porno. Pero no me puedo quejar. Y realmente su culito virgen, era un tesoro que había que descubrir con dulzura. Poco a poco fui metiendo un dedo, cuidando que la faena no desencadenara un grito que despertara a Judith Graciela. Aunque se estremecía mientras entraba el dedo índice de mi mano derecha, la verdad sea dicha no reclamaba mayormente. Y fui por más. Con otro dedo igualmente lubricado seguí hurgueteando su carne hasta que conseguí ensartarlo con una muestra de dolor. Esto más que hacerme detener me calentó más el ver su cuerpo apretarse y sentir como su culito se apretaba en mi dedo al sentir sus gemidos de dolor suave y exitados. Y comencé a moverlos circularmente en su interior que ardía. Y los movimientos de mi mano se intensificaron cuando me di cuenta que ella misma giraba su trasero al compás de mis dedos, diciendome Roberto siento dolor nunca habia sentido todo esto amor ahumm que rico que bello es todo lo que me haces mi vida. No esperé más. La erección de mi miembro se había acrecentado con la excitante visión de ver cómo gozaba esta hembra. Escupí la punta de mi miebro, cuidando no lastimarla con este trozo de hirviente sangre. Apunté hacia el centro de ese maravilloso culo que ahora estaba a mi merced. Lentamente fui avanzando. No quería echar a perder este anhelado momento, porque debo confesar, más de alguna vez me masturbé fantaseando con esta escena. Y ahora estaba allí en el sillon de de mi casa poseyendo a la hermana de mi mujer que dormía en el segundo piso. Era indescriptible la sensación de penetrar esa carne que se negaba a darme paso fácilmente. Pero ya había conseguido meter buena parte. Y sin darme cuenta, Martha Edith retrocedió dejándose penetrar entera. Un solo movimiento y ella misma se había perforado su virginal trasero gritando suavecito papacito me duele, me duele mas, mas mi amor, que rico es esto amor ahgg papacito me haces como tu quieres mi amor asiii, asiiii. Casí ni se quejó. Al contrario. Su empellón me hizo quedarme más levantado y ella se acomodó sentándose sobre mis muslos. Y comenzó a moverse frenéticamente. -Me gusta, Roberto, me gusta muchooooo. Decía como poseída por una fuerza sobrenatural. -Ves te lo decía. No hay como hacerlo por aquí. Respondí mientras le acariciaba el pelo. La verdad es que siempre me ha gustado el sexo anal, pero no siempre las mujeres están dispuesta a entregarse por ahí. Martha Edith estaba descubriendo sensaciones que no imaginaba. Y yo estaba gozando como loco. Pasaron unos minutos y ayudada por las caricias que se deba ella misma en su clítoris y yo sobando sus senos, ella decia Roberto que feliz me haces amor, nunca he sentido esto con mi esposo asi hasme tuya solo tuya asi mass mas amor que rico lo haces que enorme es tu verga mi amor, has de mi lo que desees amor masss...se desplomó sobre mí dejando escapar un gemido hondo de placer. Yo tardé unos segundos tras ella y acabé en su interior eyaculando tanto que al sacar mi miembro de su recien perforado culo, se asomaron restos de semen que cayeron por entre sus piernas. A la vez que ambos caimos sobre la alfombra, casi desfalleciendo de tanto placer. Como podía suceder que Judith Graciela despertara, nos abrazamos asi desnudos y bese sus tetas de nuevo le dije que me gustaba mucho que siempre la habia deseado y ella me dijo y yo a ti ni te imaginas te juro que fue mejor que lo que imaginaba mi amor.
nos despedimos con un largo beso, mientras abrazdos la acompañe a su recamara, prometiéndonos discreción y la repetición de encuentros furtivos y apasionados como el de esa noche

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