miércoles, 5 de agosto de 2009

relato ertico " todo tiene un precio"

La ceremonia elegante y formal. Los funcionarios de la universidad con sus mejores galas y los graduados, todos de negra toga y birrete, felices y satisfechos pues ese día se graduaban y recibían su título y su cédula profesional. Era media tarde y en el patio central del edificio de rectoría todo estaba listo para la ceremonia; cerca los meseros aprestaban lo necesario para el consabido brindis de honor, a un lado la banda y el coro de la escuela daban los últimos toques para su presentación; yo, sentado en una silla plegable esperaba el momento crucial para tomarle unas fotos a María, mi amiga, novia de mi amigo Alfonso, que acompañaba a los familiares de la graduada, la que feliz estaba, por fin, a punto recibir su título de abogada en Derecho. Y mientras el maestro de ceremonias presentaba al rector para iniciar su perorata recordé cómo me había convertido en cómplice de aquella chica para que –luego de cuatro años de haber terminado la carrera y de formas poco convencionales-- pudiera obtener el ansiado título.
Todo inició siete u ocho meses atrás una noche en que regresaba del trabajo y la escuela y tuve un mal encuentro: en la fila del colectivo alguien llamó mi atención: "¡Moisés, oye Moy!, espera… espera!", la reconocí de inmediato, María, la novia de siempre de Alfonso, ex compañero de la universidad, traté de evadirla pero cuando me dí cuenta ya estaba junto a mi, saludándome de beso y tomándome del brazo y "¡oye!, ¿por qué pones esa cara?, ¿qué, ya no somos amigos, ya no te acuerdas de mi?", y si la recordaba, durante la carrera se hizo famosa por utilizar cualquier triquiñuela para pasar exámenes, entregar trabajos y sacar buenas calificaciones, hasta utilizando al sufrido Alfonso, que tenía que cubrir las trampas de su novia cuando faltaba a clases o no entregaba los trabajos escolares a tiempo, y por ello tuvo sus dificultades, hasta… ¡conmigo!, pues varias veces discutí con él por prestarle mis cuadernos de apuntes o copiarle mis trabajos para que ella los entregara; en fin, Maria, pelo teñido de rubio, baja de estatura, cintura estrecha, nalgas maravillosas y hermosas piernas apenas cubiertas por mini faldas infartantes, pero de rostro poco agraciado, se hizo famosa en la escuela por "marrullera".
Por fin, no me quedó más remedió que iniciar la plática y de pasó pagarle el pasaje del colectivo:
--"¿Y bien Moisecito?, ¡mira cada vez estás más guapo!, ¡y más bueno!, ¿qué te haces o te pones eh?, ¡seguro que te llueven las novias!, ¿eh?, a ver dime ¿qué es de tu vida?".
Le comenté que estaba trabajando en una institución de gobierno, que pagaban poco pero tenía tiempo suficiente para cursar mi maestría y ella:
--"¿Yo?, bueno pues, ya soy secretaria de un Juzgado, gano bien y estoy aprendiendo, ya sabes… las transas y esas cosas de sacar dinero ajeno, cochupos que ahí sobran… pero… ¡estoy en un predicamento!, ya me están exigiendo el título y la cédula de profesiones, por más que le he dado vueltas al asunto ahí están dale y dale con el pinche título y pues ya me pusieron plazo, que si en seis meses no entrego el título me corren y mira… ¡te apareces como caído del cielo Moisecito de mi vida!, hummm", y me dio un sonoro beso en la mejilla, muy cerca de los labios y el "sablazo" consabido:
--"¡Ay Moy, qué bueno que te encuentro!, ¡necesito, me urge, que me ayudes!, ¿sí?, quiero platicar contigo para que me ayudes a hacer mi tesis y esas mamadas, ya sabes, y pues tú… eres experto, ¡el chico más listo e inteligente de la generación!, ¿ya se te olvidó?, ¡hasta los profes te tenían miedo!, los ponías en cada predicamento qué no veas!, anda, ¿si?, ¡dí que sí!, ¿sí?, ¿verdad que ayudarás a la noviecita de tu amigo Alfonsito, el panzoncito?, ¿sí?", dijo la nalgona entornando los ojos.
Y me sentí atrapado de nueva cuenta por aquella chica marrullera que utilizaba todo, ¡todo!, menos el cerebro, para salir de sus dificultades. Y recordé como en ocasiones me invitaba el café para ayudarle con la tarea, o más: idas al cine con "faje" incluido para hacerle algún trabajo y lo peor, casi ponerle los "cuernos" a mi amigo para que ella presentara su trabajo final de la universidad. María en fin, era una magnifica negociante, todo para ella era como una compra y venta, con el consabido regateo, dar lo menos por lo más: una agarrada de tetas o una "paja" por una tarea; o ponerle la pinga entre las nalgas hasta venirme por pasarle las respuestas del examen, en fin, así era ella y por lo visto no había cambiado. Todavía traté de hacerme el difícil y mientras la acompañaba a su casa traté de explicarle que casi no tenía tiempo, ni los fines de semana, pues entre el trabajo y la maestría estaba yo al punto del colapso, entonces llegamos cerca de su casa, donde todavía estaba la enorme palma, rompiendo la acera y el pavimento con sus raíces y me jaló un poco del brazo:
--"Anda, ¿sí?, tu siempre me haz sacado de los apuros más difíciles, ¿ya se te olvidó?, anda ven, voy a darte un adelanto, te gustará".
Y me abrazó con fuerza y pasión fingida, sus labios buscaron los míos e iniciamos el faje, mis manos recorriendo sus tetas pequeñas pero firmes, ella acariciando la erección que abultaba ya el pantalón, y mientras le acariciaba la pepa por encima de su pantaleta de nylon volvió a insistir: "anda di que sí, ¡necesito que me ayudes!, ¡anda papi!, di que sí!" y de nueva cuenta su boca se abrió golosa para tragarse mi lengua que bailoteaba jugando con la suya y seguimos fajando unos calientes minutos más, hasta que las caricias en su panocha mojada se hicieron muy intensas y ella bufó el intenso orgasmo apretando con sus piernas mi mano que le frotaba el sexo, mientras ella me chaqueteaba la pinga erecta con la mano, apurando mi venida. Al final, mientras se acomodaba el sostén, le pregunté: "¿y ya tienes tema o proyecto de tesis, o qué?".
--"¡Ni madres!, no tengo nada… papacito, no tengo ni idea, para eso… te tengo a ti, ¿o no?", su sonrisa soñadora y socarrona, casi cínica.
Sentí que el enojo me invadía desde los pies hasta el pecho o algo así, pero me contuve: "pues va a estar cabrón, yo no tengo tiempo para andar en trabajos ajenos, así que tú tienes que hacer tu parte, busca ayuda, o pregunta, investiga temas, haz algún proyecto, alguna cosa que hagas y me avisas y te ayudo, ¿sale?".
La nalgona volvió a entornar sus ojos cafés y abrazarme por la cintura, lamiendo con su lengua mis bigotes: "pues… hummm, si, pero tú me vas ayudar… ¿sí?... en todo y ya sabes… me tienes… como quieras… cuando quieras… así como ahorita… ¿sí?, Moisecito lindo y chulo de mi vida", y su boca, como el hocico succionante de una boa constrictor atrapando mis labios y su lengua que me llegaba hasta la laringe. Cuando nos separamos de los escarceos sexuales la dejé en la metálica puerta negra de su casa, quedamos en que cuando tuviera algo me llamaría para armar el proyecto y mientras caminaba rumbo a la avenida sentí el escozor en la verga semi erecta, "pinche María, siempre me deja la verga parada y sin poder terminar, ¡hija de su pinche madre!, mañosa como siempre".
Un adelanto en el cine
Días después me llamó: "¡Hola amorcito de mi vida, mi lindo y adorado Moisecito!, hummm, te mando un besito, ¿sí?, mira, nos vemos mañana en la tarde en el Sanborn´s de la Zona Rosa, ya tengo casi resuelto el problema, ¿sí?, te invito el café y platicamos del asunto y veremos qué pasa, ¿quieres?", quedamos que a las seis y temiendo la "ensartada" acudí a la cita.
Luego de un insípido capuchino y un pastel de crema y fresas:
--"Mira, en la Biblioteca Central hay un madral de tesis a medias o proyectos que nunca avanzaron, ¿me entiendes?, de ahí puedes sacar un proyecto ya medio hecho, darle una "revolcada" para que lo yo presente con mi asesor de tesis, luego lo trabajamos y… ¡ya!, ¿cómo ves hijo de mi vida?, ¡tan lindo y hermoso como siempre!, ¡ay quisiera casarme contigo en lugar del Alfonsito chulo y barrigón!, ¿cómo ves?", dijo haciendo coquetas muecas con el rostro.
El pedazo de pastel de fresa con mermelada se me atragantó y: "¿qué?, o sea… quieres que yo vaya a la Biblioteca Central a buscarte un proyecto, darle una "revolcada" como tú dices y que tú lo presentes… ¡estás más que pendeja!".
--"¡Ay mijo!, ¿y yo a qué horas?, si trabajo todo el día… yo no puedo ir, ya sabes… pero tú… sí puedes, digo, el sábado cierran hasta las dos y puedes darte una pasadita y le buscas y… ya sabes, anda papito lindo, ¿anda dí que sí?".
--"¡Ya ni chingas pinche María, nunca vas a cambiar!, crees que todo el mundo está a tu disposición, yo tengo clases los sábados, no puedo ir… ¡me encabrona que trates de utilizarme!, ¡mejor no hubiera venido!", casi le grité.
Parecía que ella no hubiera escuchado mi reclamo, más bien entornó los ojos en un falso gesto de lujuria, y sus labios formaron un anillo carnoso, como mandándome besitos con su boca suculenta, pero sus avances siguieron: bajo el mantel sentí la caricia incitadora de su mano derecha en mi pierna, los dedos avanzaban, subían, como buscando mi entrepierna, en eso llegó la mesera a mi rescate: "¿les sirvo más café?", y María suspendió sus juegos, aproveché para sugerir:
--"¿Por qué no mandas a investigar al huevón de tu noviecito, el Alfonso?".
--"Él tampoco puede, ya está trabajando en la empresa de su papi, le dio un buen puesto por hacerse pendejo ocho horas al día, según para que aprenda el negocio y más adelante él se quede al frente, como sea Alfonsito el panzoncito ya está haciendo sus ahorros para casarnos, ya hasta mi suegro le heredó el departamento de Polanco, que será nuestro nidito de amor", y la chica suspiró en falsa pose de amor.
Y recuerdo a mi amigo Alfonso, que hizo la carrera por complacer a su padre, pero siempre soñó con ser piloto de aviones, de los cuales tenía una gran colección, digo, avioncitos para armar o a control remoto y revistas especializadas y esas cosas, pues su padre nunca lo dejo siquiera acercarse a una escuela de pilotos, y durante la carrera se hizo novio de la chica de mejores nalgas de la universidad. María, quizá por conveniencia, pues el Ponchito ya traía carro, aceptó el noviazgo, pero le ponía los "cuernos" a la primera oportunidad. La María se cogió a media universidad: profesores, coordinadores de carrera, jefes de materia, conferencistas, alumnos, empleados de la cafetería y demás pasaron a firmar de "presente" ante aquel monumento a las nalgas, que era María.
Medía hora después habíamos quedado que trataría de averiguar algo sobre proyectos de tesis, "pero sin compromisos, ¿eh María?", le recalqué. Por supuesto yo pagué la cuenta del restaurante, pues si algo tenía esa mujer, además de "trácala", era su conocida avaricia y "tacañería".
Mientras caminábamos rumbo al metro, pasamos por un cine y… otro embarque: "¡Ay, un cine!, ¡tiene años que no veo una película!, ¡anda llévame al cine!, ¿sí?, anda di qué sí" y me jaló dentro de la sala de cine, pero antes, en el vestíbulo: "tengo que ir al sanitario, espérame tantito, ¿sí?" y se fue rumbo a los baños, yo sabía que haría: quitarse el sostén, pues durante la carrera, cuando me invitaba al cine, antes siempre se quitaba el brasier para fajar, pues le encantaba que le chupara las tetas.
Luego buscamos las butacas más apartadas de la gente, eso hicimos, pero detrás de nosotros llegó una señora sola y se sentó una hilera atrás, la peli ya había empezado, yo ni siquiera sabía el nombre de la cinta y las escenas se me hacían por demás extrañas e incomprensibles, en eso su mano llevó una de las mías hasta sus pechos y su boca golosa buscó mis labios, iniciamos el "caldo", y cuando ella gemía al besarme amorosa y con algo de lujuria su mano ya frotaba mi verga erecta, con suavidad, con maestría, pues María se hizo experta en "cascar" pingas en la Uni, pero yo aunque excitado me sentía algo más que encabronado con aquella chica, así que entre besos ensalivados:
--"Quiero que me chupes la pinga", dije a su oído.
--"¿Qué?, no, eso no, ya sabes, no me gusta la mamada, no insistas por favor, mejor una chaquetita rica, ¿sí papito lindo?", y su boca lujuriosa succionando mi lengua, yo impávido, suspendiendo el faje.
--"¡Ay papi!, ¿qué difícil eres?, te la chupo un poquito, si quieres… pero no termines en mi boquita, ¿sí?", y antes de inclinarse sobre mi: "¿traes pañuelo?, para limpiarme los moquitos, ¿sí?", le extendí mi pañuelo.
Y mientras en la pantalla una pareja caminaba por la hermosa playa –entre palmeras "borrachas de sol" como dijera Agustín el flaco--, desnudos, tomándose de las manos, María se inclinó poco a poco hasta que su cabeza quedó entre mis piernas y sus labios juguetones repasaban el lomo de mi verga erecta, para luego con su lengua acariciar amorosa el glande, luego su boca se abrió para atrapar media verga y así por momentos la gloriosa mamada de esta marrullera chica, hasta que suspendió sus juegos y dijo junto a mi en voz baja: "¿te gustó la mamadita?, ¿sí cariño?, ¡qué rica tranca tienes mi vida linda!, ¡tan grande y tan dura!, ¿quieres más?, ¿otra mamadita rica?, anda, sí, dame lechita, ¡ya la quiero!", masturbándome con la mano de forma delicada y experta: su mano derecha aferrada al tronco subía y bajaba lentamente, sus dedos acariciaban el glande, las bocas pegadas y salivosas, luego de nueva cuenta la mano rodeando la verga bien erecta para subir y bajar en un eterno y a la vez breve paraíso de sensaciones deliciosas, para luego volver a inclinarse hacia abajo y mamar suave, delicadamente, lengüeteando la cabeza, chupando delicioso, hasta que sentí el espasmo de la venida, al momento María se sacó la verga de la boca y siguió manipulando el tronco que palpitaba, "¡qué rica tu verga papaíto lindo de mi vida!, dame mocos, ¡ya los quiero!, ¡échalos!, ¿sí?", suspiré excitado y el chorro de semen escapó impetuoso chocando contra el respaldo de enfrente, y otro y otro más, yo gozando y ella frotando con fuerza la verga, como queriendo arrancarla de mi cuerpo, hasta que nuestros labios se juntaron ansiosos y los alientos cálidos se hicieron uno solo; alcanzamos a oír a la señora de atrás que se levantaba diciendo enojada: "¡par de chamacos calientes!, ¡pervertidos!, ¡no se cómo los dejaron entrar al cine!, ¡pervertidos!, ¡los reportaré a la gerencia!", y apresurada se cambió de butaca.
Momentos después, cuando ella se había limpiado el semen de la mano y arreglado la blusa abierta me dijo mirando a la pantalla: "¿sabes?, mejor nos vamos, no me gustó la película", y salimos del cine, yo preguntándome "¿cuál película, si ni siquiera nos enteramos del título".
El chiquito en prenda
El sábado siguiente, a media mañana, entré a la biblioteca de la Universidad luego de algunos años de ausencia y me sorprendí con aquella transformación, ¡había computadoras!, y todas ¡conectadas al Internet!; "ya casi tenemos todo el catálogo en la red", me dijo una señora de enormes chiches orgullosa de aquellos cambios. Así las cosas fue fácil encontrar lo que María quería, todo fue cuestión de "copiar y pegar" en un nuevo documento, cambiar nombres, títulos y darle una retocada a la inefable redacción y ¡ya!, el proyecto estaba casi listo. Así se lo hice saber a la chica de nalgas suculentas: "oye, ya tengo lo que necesitas, pero tengo que verte hoy por la tarde para que lo cheques, ni mañana ni el lunes, tiene que ser hoy", dije cuando contestó su celular de reciente adquisición.
--"¡Ay Moisés!, ¿por qué tanta prisa?, estoy en una comida con la familia de Alfonso, no puedo irme así como así, ¡ay qué hago!, mejor mañana, ¿sí?, ¡por favorcito!, ¿sí?".
--"Ni maíz paloma, hoy a las seis en el café del Monje, ¿recuerdas?, en la avenida Tacuba".
--"¿Pero… por qué la prisa?".
--"¡Porque quiero tu culo!", le dije seguro. Ella guardó silencio unos instantes y:
--"¡Ay papito, no digas esas cosas horribles!, no se… ya sabes… que yo no… digo… casi no… me gusta eso…, lo demás sí, pero con condón, ¿sí?, pero… el chiquito… no se… ¡ay, qué hago!, pero, ¿tienes el documento, sí?, no se… déjame ver qué hago, pero no te aseguro nada de eso… del, ya sabes… de mi… chiquito, ¿sí?".
Yo guardé silencio.
--"Oye… ¿sigues ahí?, bueno nos vemos a las siete donde dijiste, pero ve preparado, compra un gel lubricante para la colita, ¿sí?, si no capaz y me partes ¡en dos!…. ¿sí?, pero sobre todo lleva el proyecto, ¿sí?".
--"Sí, pero tu pagas el hotel, ¿entiendes cabrona?". Colgué el teléfono.
Horas después estaba en el café del Monje, como siempre casi en penumbras, mesas redondas y sillas pequeñas de madera apolillada, casi pegadas al piso, todo en murmullos, cerca la música de un trío de cuerdas mal afinadas y la voz de una chica que intentaba parecerse a Ana Torroja; pedí un café que más parecía a café "Legal" mal hecho y aguado, en eso llegó mi amiga, apurada y exigente:
--"¿Qué?, ¿a ver, muéstrame el proyecto?, ¡tengo que verlo y analizarlo inmediatamente!", ella demandando a gritos.
Primero miré sus suculentos muslos, más arriba su mirada furiosa y le dije: "calma blackaman, frena tus impulsos, ¡ya tengo tu pinche proyecto, vieja cabrona!".
--"Es que… afuera está Alfonso esperándome, nomás vine a checar el proyecto y me voy… ¡anda, entrégamelo!", ella exigente, con ojos llenos de… ¿qué?, de ¿furia?, quizá.
Guardé silencio, escuchando como un trío de malos soneros le ponían en la madre a "Chan Chan", de Compay Segundo. Añadí: "pues nada, nada pecesito, dando y dando o pajarito volando" y miré sus ojos furiosos.
--"Mira pinche Moisés, si crees que me tienes atrapada… ¡estás pendejo!, ¿sí?, mi culo no se lo he dado a nadie, ¿entiendes?, ¡pendejo!, ¡a nadie!, ¡está tan virgen como cuando nací!, ¡cabrón mal nacido!, hijo de tú…maldita…", los gritos opacaron al trío de malos soneros y llamaron la atención de las parejas cercanas, yo seguí tomando mi nefasto café Legal, diciéndole voz baja "vaya con dios", digo, para estar a tono con el lugar; ella se fue, rápida y taconeando, meneando su culo portentoso cubierto con una apretada falda negra que le quedaba chica. Di un sorbo más al horrible café y… momentos después ella regresó igual que se había ido, furiosa y taconeando sobre las baldosas de cantera y:
--"¡Bueno ya, dejémonos de mamadas! Dame el documento y nos vemos en la casa a las diez, veré que hacer para deshacerme del Alfonso y en casa platicamos, ¿sí?... mira papacito, no creas que eres el único que puede ayudarme, así que decide, ¿si o no?".
La miré a los ojos, que se le ponían bizcos cuando se enojaba: "pues si tienes una mejor opción, pues… ¡vaya con dios hija mía!".
--"¡A las diez y en mi casa!", gritó apretando los puños y le entregué el fólder con los papeles –de los cuales había sacado el tema: "conclusiones"--, y se fue igual como se había ido la primera vez, las nalgotas vibrando enérgicas al son de sus altos tacones al caminar.
Luego de pagar la cuenta salí al irrespirable aire fresco de la ciudad y caminé sobre Tacuba, buscando llegar a la cantina La Polar, pues se me había antojado una birria para cenar. Y caminé y caminé largas cuadras llenas a los lados de horrorosos edificios semi derruidos, pasé metro Revolución lleno de puestos ambulantes que vendían piratería china y seguí caminando un rato, batallando contra los chicos que inflaban "flexo" exigiendo "déme un varo patroncito". La birria me supo rara, insípida, por más limón y chile que le puse.
Dos horas después toqué el horrible timbre de la casa de María, el ¡Rrrrrriiinnngggg!, estruendoso debió escucharse hasta calzada Zaragoza y ella abrió, amorosa, con gesto sublime y voz sugerente: "¡hola amorcito!, ya te esperaba, anda, pasa a la sala, ven", contoneando las caderas al caminar frente a mi. Todo parecía sombrío cuando llegamos a su pequeña sala, de hecho toda la casa parecía pequeña: cocina, comedor… hasta el baño, eran pequeños, pero de muebles casi nuevos y dejándome frente a un librero nuevo y casi vacío añadió: "espérame tantito… deja veo si mi madre se ya durmió, mi hermano y mi padre se duermen temprano, pero ella no, siempre está al pendiente. Espera, bajo en un momento...", y se fue, como siempre meneando sus nalgotas.
Cuando regresó traía una botella de Chivas Regal casi nueva, dos vasos con hielo y el fólder con el proyecto de tesis, y mientras ella leía yo tomaba de mi vaso de Chivas en las rocas y: "¡oye, que bien redactas!, esto está casi perfecto… solo que faltan… las conclusiones" y alzó los ojos hacia mi que me servía de nueva cuenta de la botella de Chivas… le entregué las hojas faltantes que ella leyó. Y mientras ella fijaba la vista en las hojas escuché: "¿traes condones, sí?"; y siguió leyendo algunos momentos más, hasta que de nueva cuenta se fue por las escaleras diciendo: "deja y veo si ya se durmió mamá".
Cuando regresó traía una pequeña frazada de algodón oscura, encendió la tv, "pa´que mi ma´ crea que estoy viendo la tele" y se sentó junto a mí diciendo: "oye papito, ¡no sabes el tango que me hizo el ponchito panzoncito!, ¡ahora resulta que tiene celos de ti!, como si el tontito no supiera, ja, ja, ja, --y sin querer también reí, pues Alfonso haría mal en ponerse celoso conociendo a su noviecita--, ¡me costo un trabajo explicarle lo de la tesis y todo eso!", y diciendo y hablando fue bajando mi pantalón para luego añadir: "oye mijito, mejor una mamadita, ¿sí?, la cola no papi, me duele, dijo, creo que me dolerá mucho, soy virgen… digo… de ahí… o casi…" y ni ella mismo pudo contener la risa. Luego colocó la frazada sobre nuestras piernas, "por si baja mi mamá… le decimos que hace frío y nos tapamos".
En la tele pasaban una función de lucha libre de mujeres, mientras María jugaba con mi verga, primero, con su mano, acariciándola con suavidad, luego su cabeza quedó cubierta por la cobija y percibí sus labios carnosos recorriendo el lomo del pito erecto, con lentitud, apenas la carne de la boca y su lengua tocando el duro tronco; luego su boca rodeó la cabeza y lamió golosa, pero sólo unos segundos, cuando apenas mi verga estaba alcanzando su máxima longitud. Su cabeza salió debajo de la frazada y nos besamos con pasión, una de mis manos jugaba furiosamente con los duros pezones de la nalgona, hasta parecía que la nalgona de verdad estaba caliente.
Luego nos separamos para tomar de nuestros vasos de Chivas, ella aprovechó para echar un ojo a las escaleras por si bajaba su mamá y acomodarse el sostén que al parecer le quedaba grande, pero más bien para quitárselo, dio un sorbo más a su vaso y "ay mijito me estás poniendo borracha y caliente y… eso es muy peligroso, pero ya en serio… si ya tenemos el proyecto, ¿qué sigue?, digo, lo paso en limpio y lo presento como mío, ¿si?, ¿y luego?, digo, debe haber más sobre este proyecto allá en la biblioteca, ¿qué crees?, ¿lo podrás conseguir?, ¿sí?".
Y la miré de espaldas cubrir con su cuerpo la pantalla de la tv mientras alzaba su breve falda, meneado las caderas que casi desnudas lucían una brevísima tanga color negro; me quedé helado al contemplar el suculento par de globos carnosos y perfectos, las piernas suculentas y llenas, la tira de satén metida entre las rotundas nalgotas; en el centro parecía sobresalir el conjunto de pliegues sonrosados del culo estrellado, pero la maravillosa visión fue interrumpida por su voz melosa: "¿te gustan mis nalguitas, papacito?, ¿verdad que estoy bien buena?, ¿las quieres acariciar y… besar?"; cuando acerqué la cara a esas delicias ella reculó con risitas "¡me haces cosquillitas con tus bigotes amorcito travieso!" y cuando mi lengua lamía la raja perfectamente rasurada de la pepa, el fétido olor de su ano llegó a mi nariz, me separé al instante, ella se alejó un poco para añadir: "¡ya sabes papi, el amor es húmedo y a veces huele mal cariñito!"; lo que hice fue tomar el vaso de Chivas y vaciar un poco del líquido sobre el valle sonrosado del culo, ella suspiró un "aaaahhh" ¿de frescura o satisfacción?, no lo supe, pero el amargoso whisky mejoró el sabor –y olor-- del requemado culo de María. Y me di a titilar el culo de la chica, agarrado con ambas manos a la carne que vibraba, por momentos las contracciones del ano se sincronizaban con sus gemidos, contrastando con los rudos ruidos de la lucha libre que presentaba la tele.
Luego de intensos momentos de placer la atraje sobre mi, que quedó casi sentada entre mis piernas, mi verga erecta apuntando a su ano, ella: "no, papito chulo de mi vida, por el culo… ¡no!..., bueno, si, pero… no lo metas todo… me destrozaras, hummm, no, tontito, así… nomás así, la puntita, sólo la puntita, huuuummmm, si… sigue… ¡ay!, todo no… humm, si, sigue, sigue… que me gusta… te siento dentro de mi… caliente y duro… hummmm", para entonces, ya mi tronco se le deslizaba suave en el apretado ano, ella suspirando, subiendo y bajando sobre mi verga bien dura, y así seguimos: yo metiéndole media verga o casi toda en el culo, María gimiendo de dolor o de placer, o todo ello junto, en intensos y deliciosos minutos que hicieron que los gemidos de ella asemejaran grititos placenteros; y cuando en la pantalla de la tele el réferi levantaba la mano de una tipa que más parecía trasvesti, empecé a llenar de semen el culo de mi amiga, que suspiraba complacida apretando el culo y gimiendo, recargando el cuerpo sobre el mío. Por largos momentos desfallecidos seguimos disfrutando los rescoldos del intenso placer y ella: "¿entonces… podrás conseguir el resto de la tesis?, anda, di que si", mientras dispensaba sabrosos apretones con el culo sobre mi adolorida verga, para luego levantarse y expulsar con lentitud mi pito un tanto flácido de entre sus nalgas carnosas.
--"Veré que puedo hacer, ya sabes que casi no tengo tiempo disponible, pero… con cada entrega…", le dije mirándola con cierta lujuria.
--"Si, ya se… no puedes hacer nada sin recibir algo a cambio, ¿verdad papacito chulo de mi vida?".
--"Pues tú me enseñaste… así estás acostumbrada… todo quieres que te hagan otras personas, ¿o no?".
--"Hummm, mejor no sigas… pero… ¡ay papi… el culito… no!, por favor… le puede pasar algo a mi ano… he sabido por amigas que el abuso en el sexo anal trae sus consecuencias, la cola se deforma, salen hemorroides o cosas así, el ano queda todo flojo y floreado, ¡ay no!, y yo que lo cuido tanto… mejor tu mamadita rica cuando nos veamos, ¿sí?, pero la cola… hummm, no se…, o mejor cogemos rico, pero con condón, ¿sÍ?".
--"Pues si… pero también el culo, ¿sí?", le contesté utilizando el mismo tono de voz que ella usaba.
Me miró a los ojos y: "¡eres un cabrón pervertido!, no sólo te andas cogiendo a la novia de tu mejor amigo, sino además quieres dejarme el culo todo flojo y usado, ¡cabrón!, ¡cabroncito chulo de mi vida!, mira… ve trabajando sobre la tesis y como vayas avanzando, checamos los documentos y… hacemos cositas… ¿sí?", y volvimos a besarnos con pasión, nuestras lenguas enfrascadas en un viscoso juego erótico, pero sólo unos momentos pues: "ya papi, déjame ir al baño que siento que se me sale tu… lechita", y corrió al sanitario colocándose una mano detrás, en las nalgas.
Sexo en casita
Días después la nalgona me llamó para invitarme a comer a su casa: "nada del otro mundo, el sábado a medio día, voy a comprar comida ya hecha y comemos rico y de paso vemos como va el trabajo, ¿sï?, ¡papacito chulo y hermoso!; toda la familia se fue al pueblo, que a las fiestas de la virgen y esas mamadas y estoy solita, ¡solita y mi alma!, anda acepta y me haces compañía, ¿sí?".
--"Huy, pues es que… en estos días no he avanzado mucho con la tesis, mira el sábado en la mañana veré que consigo en la biblioteca y te llevo al material y lo revisas, ¿cómo ves?".
--"¡Si papi chulo!, y traes condones, ¿sí?".
El día acordado, por la mañana, conseguí algunas cosas, siempre extrayéndolas de otras tesis, eso me generaba cierta culpa, pero a fin de cuentas lo que la chica quería era obtener su tesis y el título a "¡cómo diera lugar!". Más tarde era recibido por la nalgona, quien había comprado pollo frito en un restaurante de comida rápida, eso comimos, mientras ella revisaba los documentos, que no eran gran cosa, pero para el escaso cerebro de María: "¡esto está formidable!, papito chulo, déjame las hojas y el lunes pongo a mis secretarios a darle una retocadita", tomamos una copa de vino, bastante malo por cierto y luego insistió en enseñarme su casa, que presumía haber construido con el sudor de su frente, "más bien con el sudor de tus nalgas, mamacita", pensé para mí. Llegamos a su recámara, amueblada en estilo colonial, con una gran cama que rechinaba, ella se acostó y con una mirada de lujuria en la cara me invitó a hacer lo mismo.
Minutos después ya nos habíamos quitado la ropa y tuve que aceptar la María estaba bastante buena, sus caderas firmes y redondas, sus piernas bien moldeabas, su cintura estrecha y sus senos pequeños pero muy sabrosos. Iniciamos con los consabidos besos y caricias, María me acariciaba la verga ya erecta diciendo entre beso y beso: "¡ay papi tienes una pinga muy rica!, muy gruesa y grande, y bien dura, ¡mira nada más!, ¡qué grande se te pone!, no que el Alfoncito panzoncito la tiene chiquita, pero tú… ¡estás bien rico papacito chulo y adorado". Momentos después iniciamos un rico 69, los dos acostados de lado y en sentido inverso, la boca golosa de la nalgona lamiendo mi pito y yo succionando la caverna cálida, velluda y viscosa de la chica que gemía próxima al orgasmo, los "hummmm, aaahhh, más, chupa más, ahí, sí, ahí en mi clítoris, papi chulo, hummmm, me haces venir, aaaayyyy, hummm, aaahhhh" y Maria gemía furiosa mientras me mamaba la verga con furia, frotando con su mano de manera un tanto violenta, en tanto mantenía alzada una pierna hacia el cielo de yeso, en una pose muy obscena.
En cuando la nalgona se repuso del orgasmo me exigió: "¡anda papi, ponte el condón!, ¡méteme la verga por favor, ya estoy bien caliente!, ¡anda, ya apúrate!". Y verga en ristre me fui sobre ella que alzando las piernas al techo –en otra pose obscena que no correspondía a una chica recatada-- me recibió con un hondo suspiro, iniciamos la cogida, ambos arremetiendo en contrapunto, yo metiendo la verga furioso, con coraje y violencia, provocando el goce y disfrute de María que había colocado sus pantorrilas en mis hombros y gemía a grito abierto, minutos después sentí como su panocha palpitaba, toda ella brincaba en la cama pidiendo más y más verga, y se vino de forma estruendosa, a grito abierto –que los vecinos debieron haber escuchado--, no pude contener más la venida y terminé cuando la chica nalgona gemía todavía por el orgasmo. Al final quedamos abrazados y así dormimos un rato, ella de espaldas a mi, con su glorioso culo pegado a mi vientre.
Cerca de las cinco de la tarde algo me despertó: la nalgona que lamía golosa mi pito semi dormido, sus caricias hicieron que poco a poco la verga tomara fuerza, y María se puso a mamar en forma, miré su lujuria, la ansiosa manera como agarraba la pinga con la mano derecha y rodeaba con labios carnosos toda la cabeza para iniciar la mamada, rica, sabrosa, titilando con su lengua los contornos, chupando, tragándose casi todo el tronco; su forma de mamar me desconcertó: "oye mamacita… según tú dices no te gusta la mamada y lo haces… riquísimo, sabes mamar como toda una experta"; su picara mirada se alzó por momentos: "¡cállate cochino!, no digas tonterías, si me gusta chupar pito, pero nomás poquito…, al Alfoncito chulo le doy sus mamaditas para que se aguante hasta que nos casemos, así he agarrado… práctica, bueno… además, como supondrás he probado otras… pingas, pero ahora ya casi no, pero… si… me gusta chupar… ya hasta me gusta sentir la verga echar lechita en mi boquita, pero tu pitote está bien rico, sabe sabroso y la tienes… enorme papacito", y siguió mamando unos segundos más, luego se separó coqueta, fue hasta su bolso y algo sacó de ahí, se acercó lujuriosa y me dijo con voz coqueta: "ahora papi… te voy a dar tu premio".
Por momentos me quedé extático mirando con ojos de lujuria a la María, a cuatro patas sobre la cama, luciendo su glorioso nalgatorio, luego volteó para entregarme un tubo de gel lubricante: "si quieres colita… ponme un poquito de gel ahí, para que no me lastimes papito chulo" y se abrió los carnosos cachetes del culo. Así, por largos minutos le acaricié el culo a mi amiga, jugando con los dedos embadurnados de lubricante sobre su estrellado ano, sonrosado, lleno de pliegues; a la chica parecía gustarle el ejercicio, más cuando alguno de mis dedos era tragado por el caliente hoyo, ella suspiraba complacida, hasta que lo pidió: "¡ya papito lindo!, ¡dame la verga, ya la quiero!", abriendo más las nalgas con sus manos.
Todavía me entretuve jugando con el culo de María, refregándole la punta del pito sobre el culo, para luego meterle media tranca a en la cavidad vaginal, luego deslizando el pito sobre su clítoris, así en intensos momentos de placer y lujuria, hasta que ella solita colocó el culo sobre la punta de la verga y, con lentitud extrema, se fue empalando, al principio con cierto esfuerzo, pero luego el ano flexible rodeando el glande de forma amorosa y amigable, poco a poco se fue tragando el tronco, ella suspirando, gimiendo y yo con ojos de sátiro arremetiendo, siguiendo con la mirada como mi verga era absorbida poco a poco, hasta que mis vellos acariciaron esa delicada piel, casi virgen, bueno es un decir, pero al final quedamos pegados, ambos disfrutando, hasta que su voz: "¡anda papacito muévete rico!", y aferrado con furia a sus nalgas enormes inicié la cogida, el pito entraba y salía lustroso y fétido, una y otra vez, y otra vez, haciendo brincar los gloriosos cachetes, provocando gritos y gemidos de la nalgona, y más y más fuerte, cada vez con mayor violencia y rapidez, para gloria y disfrute de nosotros –ella y yo— los humanos pecadores, que quizá estábamos desacralizando aquella cama de la chica soltera y recatada.
Tal vez este pensamiento añadió lujuria a la cogida anal: mientras padres y hermano rezaban en la pequeña iglesia de un pueblo perdido en las montañas de Michoacán, yo le estaba recetando la verga al culo de la hija que gritaba de placer y pedía más verga: "así papacito chulo de mi vida, ¡qué rica verga!, ¡quiero más, dame más!", hasta que no pude contener más la venida y ambos gritamos un largo e intenso "aaaaahhhhhh!", y los mocos llenando el ano de la culona que sincronizaba los apretones del culo con cada una de mis inyecciones de semen, hasta que la leche se acabó, pero el pito siguió palpitando dentro del flojo y apestoso hoyo de la nalgona.
Aquella noche me quedé a dormir en casa de María y todavía en la madrugada repetimos el ejercicio sexual, hasta bajo la regadera por la mañana: ella alzando la patita para que yo la pudiera penetrar, eso sí, mientras tomábamos café, antes de irme, me sentenció entornando los ojos: "bueno papito ya te di bastantes adelantos por las próximas entregas de la tesis, ¿eh?".
Así, a lo largo de seis meses, conforme avanzó la tesis de la nalgona, me la seguí cogiendo por todos agujeros disponibles para placer y disfrute de ambos, quizá más de ella, no lo se, pero cosa curiosa: al final ella estaba encariñara conmigo, o quizá más con mi verga, tal vez, pues cuando obtuvo la aceptación del trabajo final ante su asesor, ya con la fecha de su examen profesional –para lo cual también yo la preparé--, en nuestra cita final las lágrimas le brotaron preguntándose: "¿y ahora, qué?, ¿cómo le digo al Alfoncito panzoncito que me coja como tú?, en mi noche de bodas… ¡te voy a extrañar cabrón!, ¿qué voy a hacer papacito chulo de mi vida?".
Epílogo
Lo anterior es casi un relato real, solamente que ocurrió hace algunos ayeres, quizá 15 años atrás. Ahora María es Jueza de un Tribunal judicial, se casó con mi amigo Alfonso, quien se especializó en el terreno inmobiliario, vendiendo de forma fraudulenta terrenos y casas, mientras su mujercita lo respaldaba con su poder. Respecto a mi amiga, nos vimos algunas veces, casi siempre en época de Navidad, para recordar viejas experiencias, eso sí, María siguió conservando su enorme y firme trasero, no así su cintura estrecha. Como aclaración: pese a los contratiempos con María, logré terminar mi maestría.

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