miércoles, 23 de septiembre de 2009

sexo con mi ex esposa

Sexo con mi ex
Pese al enorme resentimiento que guardaba contra su ex esposa, tuvo que ir al llamado: "me urge hablar contigo en persona, debemos hablar y ver de que forma componemos un asunto delicado ¿entiendes?". El sábado ahí estaba tocando el timbre de la que antaño fuera su casa, volvió a sentir rencor por la forma en la que aquella mujer lo había despojado para aceptar firmar el divorcio; sus hijas habían salido al cine y su ex salió a abrirle, por la humedad del pelo se notaba que se acababa de bañar, además de que tenía una bata de baño puesta; entraron y fueron a la sala, ahí hablaron: "mira te voy a hablar claro, quiero que cooperes, se trata de los terrenos que le ayudamos a comprar hace años al compadre Carlos y que nunca nos pagó, supiste que se murió hace poco, y según el testamento el costo de esas tierras su segunda esposa te lo tiene que entregar a ti para que ella pueda vender todo lo demás, sólo a ti, y si te acuerdas ambos aportamos dinero para ayudar a ese cabrón del compadre, ¿recuerdas?".
En ese momento todo el odio revivió dentro de él, su ex mujer lo había despojado, completamente, como condición para firmarle el divorcio, y él, muy pendejo, tuvo que aceptar; las casas, los autos, las inversiones, maquinaria, negocio, todo, completamente todo se lo habia quitado, intentó controlarse y decirle que se acordara de que lo había dejado en la calle, textualmente, cuando se separaron, pero de repente le vino a la mente una idea, sabía la enorme ambición de su ex mujer, y se propuso sacarle provecho:
--"Y dime ¿a cuánto asciende el pago?, digo, si se puede saber".
--"Son en total diez millones de pesos, es el costo total de las tierras donde está el rancho de tu fallecido compadre, te propongo ir al 50 por ciento, cinco y cinco para cada quien, es mucho dinero ¿no?, digo, con eso de según tú estás en la calle, porque eso no es cierto, vives en un departamento de lujo, ya tienes otra mujer, y acabas de comprar coche, ¿o no?".
--"Pues si, pero nada de eso me cayó del cielo, trabajo muy duro, y lo sabes, hace seis años tú me dejaste en la calle, sólo pude llevarme mis libros y mi ropa, y viví en la miseria, rentando dos cuartos donde ni siquiera tenía cama para dormir".
--"Pero yo no te obligué, te fuiste por tu voluntad, firmaste en el juzgado por tu voluntad, no te puse una pistota para que aceptaras las condiciones, ¿o si?". Quiso decirle que aceptó todo porque ya no la soportaba, porque estaba enfermo, porque durante 20 años vivió engañado y sujeto a su voluntad, destinado a generar dinero, dinero que iba directo a las cuentas bancarias de esa mujer, pero se contuvo:
--"No tiene caso regresar al pasado, te propongo que los porcentajes de ese dinero sean así: 80 por ciento para mi y 20 por ciento para ti, ¿qué dices?".
--"¡Estás loco!, de ninguna manera, 50 para cada quien, eso pusimos, eso que nos regresen"; "ni madres!, 70 para mi y 30 para ti, además tú no necesitas dinero, a ti te sobra, acepta"; "que no, te digo, tampoco tú necesitas dinero, ya tienes varios negocios, que quede en 60 para ti y 40 para mi, y ni un centavo más, tienes que aceptar, anda".
Sintió que había hecho caer en la trampa a su ex mujer: "pues no, tu no vas a hacer nada para embolsarte dinero que ya creías perdido, ¿no?, 75 para mi y 25 para ti, y como dices: ni un centavo más, son dos y medio millones para ti sin meter un dedo, yo tengo que hacer los trámites, ir a Michoacán las veces que sea necesario, contratar abogado, visitar juzgados, esperar citaciones, todo eso; en cambió tú nada, de los 50 mil pesos que invertiste hace años vas a recuperar mucho más, mucho más; además tengo otra condición indispensable".
Al momento se quedaron callados mirándose fijamente y se levantaron de los sillones; él fue en busca de un vaso para servirse un trago; ella subió a su recámara. Minutos después él tomaba despacio de su vaso cuando ella regresó y se sorprendió: venía vestida con una coqueta bata de dormir casi transparente, que dejaba ver sus tetas bien formadas y más abajo los muslos blancos, regordetes pero moldeados y en la zona del sexo un triángulo oscuro de tela, era una tanga negra de satén negro; sonrió, su ex mujer se proponía chantajearlo con sexo, la dejó dar el siguiente paso.
La mujer se sentó frente a él y como sin darse cuenta cruzó las piernas dejando ver la desnudez de sus muslos carnosos y fijando la mirada en él le dijo: "bueno supongamos que aceptó los porcentajes que planteas, ¿cuál sería esa condición indispensable?".
--"Por principio de cuentas dime si aceptas el porcentaje que le corresponderá a cada uno, eso antes que nada", la miró dudar, pero sabía que ella aceptaría:
--"Bueno pues, no quiero peleas, tú 75 por ciento y el otro 25 para mi, tú asumes los gastos y me entregas mi dinero, ¿quedó claro?, ahora dime qué más quieres". Es eso la miró abrir las piernas y hacer más evidente la abertura de la bata a la altura de sus chiches.
--"Bueno, antes que nada quiero que guardes silencio, sólo escucha; hace mucho tiempo que nos separamos, en la actualidad debes tener novio o pareja fija con quien coger, yo también, lo acepto, vivo con una chica y en lo sexual me va de maravilla; y recuerdo que desde nuestros primeros años de matrimonio siempre quise, y te pedí, hacerte el amor por atrás, por el ano, tú siempre te negaste ¿recuerdas?, a pesar de que siempre nos entendimos bien en cuanto al sexo, no te puedes quejar ¿verdad?, bueno pues ahora quiero que me des tu culo, sólo así aceptaré meterme en ese lío legal, si no aceptas pues que todo se lo lleve el diablo, ¿qué dices?".
--"Te conozco, y muy bien, ya sabía que ibas a pedirme ese tipo de porquerías, siempre te gustó acostarte conmigo; en cuanto a si tengo novio o pareja, te equivocas, hace más de un año que no tengo relaciones, te lo aseguro. Y en cuanto a mi cola, pues aunque no lo creas, mi ano sigue siendo virgencito, como nuevo; nunca me gusto hacerlo así, siempre tuve miedo al dolor y tú lo tienes…, ya sabes… grande; a veces lo intentaste ¿recuerdas?, nos acostábamos de lado, tú atrás de mi y te sentía ahí, tu palote en mi colita, presionabas un poco y empezaba el dolor, entonces me negaba ¿recuerdas?, pero ahora que estamos en esto… tal vez aceptaría, con una condición de mi parte, ahora tú calla; yo hablo y tu escucha; cuando estábamos casados siempre me gustó la forma como me hacías el sexo oral, eras divino mamando mi panochita, me volvías loca chupando mi gatita, mi orgasmo era increíble… hummm, mamas como nadie recabrón, bueno de eso se trata: tú me mamas el conejo hasta que me venga y te doy mi culo, ¿aceptas?", dijo la mujer sonriendo.
Ya no se dijeron nada más, la vio levantarse para poner el seguro de la puerta y volver al sofá donde se sentó colocando una pierna en cada brazo del sillón; la miró fascinado por el buen cuerpo que conservaba a sus 48 años: sus muslos carnosos y sin vello, el vientre plano mostrando sólo la cicatriz de una cesárea y arriba los senos pequeños pero firmes; y mientras se arrodillaba entre los muslos apetitosos de su ex, y ella se abría con los dedos la orilla del calzoncito negro, recordó él que a ella le fascinaba que le chupara el clítoris, que centrara en ese lugar los labios y la lengua para lamer y succionar el sensible y duro botón.
En esos pensamientos estaba cuando la voz de la mujer lo apuró: "anda, qué esperas, ya estoy chorreando jugo y más caliente que una plancha, mámame la raja como sólo tú sabes hacerlo", y procedió con lentitud extrema a acercar su cara hasta casi tocar con la boca la raja abierta y rosada, olorosa a pesar del baño reciente, los labios externos que ella mantenía abiertos y aquellos otros labios, más pequeños y delgados, también rosados, casi rojizos; entonces pegó su boca a esa otra boca, recorriendo con suavidad la raja de abajo hacía arriba, dos, tres veces, y cuando ella empezó a gemir y suspirar, subió con la lengua en busca del clítoris para encontrarlo erecto; en ese momento su ex mujer le suplicó: "ahí papaíto, sólo ahí, quédate ahí, no lo sueltes, por piedad", pero no, sólo lengüeteó la sensible zona, para luego volver a la raja y titilar la abertura vaginal, pero sólo un poco, de nuevo subió y entonces sí, labios y lengua se pegaron al botón duro y erecto, y chupó y chupó con fuerza hasta que ella, desde lo más profundo de sí exclamó: "aaaaahhh, papacito, así, así, chúpame toda, chúpame la vida que me veennnngoooo", siguió mamando y removiendo labios y lengua sobre el inicio de la pepa y en el momento del orgasmo entre gritos la mujer volvió a suplicar: "ya me viene, me viene, dame verga, la quiero sentir mientras me vengo, anda, por favor, tantita de tu vergota papacito lindo", y se levantó en el acto para sepultar el duro garrote en esa cueva caliente y líquida mientras ella brincaba con su cuerpo sobre el sillón yéndose al cielo, o si no al cielo, muy lejos, bastante lejos, porque al final se quedó como muerta.
La dejó terminar y regresar al mundo de los vivos sólo para decirle: "bueno, yo ya cumplí, ahora te toca a ti". Ella desganada pero obediente cambió de posición y de rodillas en el sofá le ofreció las nalgas, ella misma se las abrió diciéndole: "despacio, por piedad, hazlo con cuidado, no me lastimes mucho", pero quizá estaba equivocada pues él ya le apuntaba el mojado glande en el sonrosado conjunto de pliegues y no la dejó pensar mucho puesto que agarrado a sus carnosas nalgas ya le empujaba la verga de manera firme sobre el ojete. Ni cuenta se dio ella cuando la verga le empezó a entrar, pues ya el glande estaba rodeado de carne de su culo cuando se atrevió a preguntar: "todavía no ¿verdad?, todavía no lo metes, hazlo despacio que me puedes lastimar", y se equivocaba pues ya media verga estaba dentro de ella, eso sí, él sentía la dura presión del anillo de pliegues en el garrote, pero ya la tenía bien cogida; entonces se la dejó ir entera, por completo, tan adentro que ella gimió un: "huummmmjjjjummm, ¿qué haces?, ¿ya?, ¿verdad?, ya lo… metiste, ¿verdad?", cuando los dos cuerpos se pegaron: él con su bajo vientre en las nalgas abiertas de la mujerona; ella sintiendo los huevos pegarle en la raja de la pepa, el hombre se detuvo disfrutando de la deliciosa presión del culo y de la indescriptible calidez de ese agujero tantos años negado, para luego de minutos empezarse a mover, pero no suavemente, sino con fuerza, con violencia, yendo afuera y dejando sólo la cabeza dentro del hoyo caliente de ese culo que se había quedado sin pliegues; luego hacía adentro llevándose la carne rojiza del ano hasta dentro del intestino; y así una y otra vez, sin importarle que ella gritara: "ya… ya no, por favor, me matas, ya no, termina por piedad, me destrozas, no, ya no", pero él quería desquitarse de tantas afrentas que arremetía con violencia sobre esas nalgas carnosas que brincaban con cada metida, hasta que luego de minutos eternos se quedó quieto y en el momento siguiente empezó a eyacular, primero un chorro fuerte, luego los sucesivos intensos e intermitentes, haciendo, ahora sí, gozar a su ex mujer: "hummm papaíto que rico te vienes, siento los chorros, los chorros de mocos, dame más chiquito lindo, que rico siento en mi cola, adentro, palpita tu vergota dentro de mi, que rico, que necia fui al negarte ese placer tan intenso", pero él ya no la escuchaba pues también se había ido lejos mientras seguía embistiendo el agujero distendido y viscoso de su ex mujer, pero al final, cuando sólo algún estremecimiento de su garrote hacía palpitar el intestino lechoso de su ex mujer, él se quedó pegado a esas nalgas ricas y recargó su cuerpo sobre la espalda de la mujer que lo buscaba volteando la cara, como para besarlo.
Minutos después se enderezó y sacó lentamente el garrote para dejar abierto el agujero antes apretado y cuando miró que el culo se cerraba un chorrito de semen escapó para escurrir hacía abajo; se retiró al sanitario dejando desfallecida a su ex mujer, desmadejada sobre el sofá.
Cuando regresó encontró a la mujer con la actitud inicial: desafiante y orgullosa; llena de vanidad y sin mover un músculo de su rostro; se despidieron con un frío apretón de manos.
Tres meses después regresó a esa casa para entregar el cheque bancario, su ex lo recibió de nuevo fría e impersonal, luego de que ella revisara el documento que le adjudicaba una buena cantidad de dinero estaba por abandonar ese lugar cuando su voz lo detuvo en la puerta: "oye, antes de que te vayas, ¿no quieres una compensación por tus servicios?".
--"¿A qué te refieres?".
--"A esto", y la vio darle la espalda y mostrarle las nalgas desnudas.
--"¿De nuevo me quieres dar la cola?, o ¿es que a ti ya te gustó culear?", le dijo sonriendo.
--"Pues digamos que ambas cosas ¿quieres?, además tengo otro negocio que proponerte".
Acto seguido la siguió rumbo a la recámara.

martes, 22 de septiembre de 2009

beatriz la escribana

Hola me llamo Jazmín, soy una mujer de 30 años, muy blanca de piel, rubia natural y de ojos celestes, buenas medidas 90-58-89 y 1.65 metros de estatura. Escribana Pública de profesión y con poca experiencia en el sexo producto de mi timidez. Esto que voy a contarles me sucedió hace un tiempo en el Banco y fue una experiencia inolvidable. A decir verdad por mi profesión de Escribana Pública, lo cual me debería producir el ser una persona ordenada, soy todo lo contrario y muy despistada. Si bien soy responsable en mi profesión, cuando tengo que hacer un trámite llevo todos los papeles muy desordenados y quien debe atenderme en la ventanilla me tiene que tener demasiada paciencia, y ni que hablar de las demás personas que esperan ser atendidas. Tal mi costumbre, hace un tiempo fui al banco y con tanta mala puntería que de las tres cajas habilitadas, solo atendían en una y detrás de mi se formó una hilera bastante considerable de gente. Si reparar en ello, fui sacando de a uno los formularios y boletas que debía pagar, lo que llevó al cajero a estar por espacio de unos treinta minutos para atenderme, cuando concluí me aparte a un mostrador y comencé a ordenar todos los comprobantes de pago. Estaba en esos menesteres, cuando se me acerca un señor de mediana edad, unos cuarenta y cinco años y vestido con ropas muy informales. En voz muy baja y al oído me hizo una sería advertencia “La próxima vez que te vea en el Banco y que estés delante de mi y hagas lo que hiciste, te espero en la puerta, te llevo por la fuerza a mi casa y te rompo ese blanco y apretadito culo que tenes ¿me entendiste?”. Hizo la advertencia y se marcho muy rápidamente. A pesar de mi timidez, intente contestarle que era un grosero, pero solo lo mire como se retiraba, estaba muy tostado y al verlo marchar era muy erguido y elegante para caminar y a pesar de la grosería que me había dicho, lo hizo con un tono de voz clara y locuaz. Cuando salí un poco sonrojada, lo veo nuevamente hablando con otro señor que respetuosamente le decía doctor, y este le contaba que había estado de vacaciones y que ese día había llegado. Se lo veía expresarse muy educadamente con su ocasional compañía, nada que ver que el improperio que me había lanzado. Subí a mi coche y espere para ver hacía donde se dirigía y lo vi entrar en una muy lujosa casa, casi lindante con el Banco. Pase toda la tarde pensando en su advertencia, y sentía dos raras sensaciones, una de impotencia por no haberle contestado y otra que no era una persona común y corriente, era un apuesto profesional. Si bien tengo una vida sexual activa, no lo ha sido tanto como el de cualquier chica de mi edad, a mis treinta años, tuve dos novios y un par de ocasionales amantes, y este extraño me hacía mención a uno de los atributos a los que menos importancia le dan los hombres con los que he tenido sexo. Soy muy rubia, mi piel es muy clara, mis ojos son celestes y el cabello lacio largo y rubio natural. No tengo ningún rollo con mi cuerpo me siento mucho más conforme con mi busto, 90 de tasas y con mi bello rostro que con mi cola, la cual se mantiene virgen, puesto que nunca se dio la ocasión como para entregársela a nadie. Movida por la curiosidad de ver una vez más a ese extraño personaje, cuando cerré el estudio, pase por la entidad bancaria y aminore la marcha al pasar por la casa donde él había entrado. Una placa en la puerta, indicada que era abogado, Doctor Eduardo Paredes Arroyo, se leía y fijaba un horario de atención, por lo cual allí tenía su buffet. Para mi gran sorpresa repentinamente sale de su casa, muy elegantemente vestido, con un pantalón marrón y una remera de marca muy famosa al tono, zapatos mocasines y sin medias, y el tostado que había adquirido en sus vacaciones lo hacía por demás interesante y apuesto. Acelere la marcha para no ser delatada, aunque él no se percato para nada de mi presencia. Ni bien llegue a casa, fui presurosa al baño me quite todas las prendas y desnuda frente al espejo, giraba, rotaba y miraba mi traste y para nada desentonaba con el resto de mi cuerpo, aunque mis pechos, mi cabello, mi rostro y mis llamativos ojos seguían siendo mi orgullo. Me enfunde en el camisón, cene ligeramente y me puse a ver televisión, pero sin prestarle demasiada atención, solo en mi cabeza retumbaba su advertencia “La próxima vez te rompo ese blanco y apretado culo”. La curiosidad me llevó a levantarme el camisón para dejar al descubierto lo que pretendía ese hombre romperme, y tenia razón, era blanco al igual que el resto de mi cuerpo y lucía apretado. En ese momento me puse a pensar cuanto hacía que no tenía sexo y perdía la cuenta, al menos unos cuatro meses desde la última vez, y allí por primera vez repare que era mucho tiempo sin sentir a un hombre dentro de mí, pero si nadie me lo insinuaba no podía salir a hacerme la prostituta tratando de buscar uno. Para no hacerme más la cabeza me fui a acostar y dormirme lo antes posible, pero no lo lograba, retumbaban en mis oídos sus palabras y su porte, y a pesar de ser poco afecta a hacerlo, no tuve más remedios que me masturbarme pensando en ese extraño personaje, con lo cual logre un orgasmo que me dejo un tanto exhausta, y así logre conciliar el sueño. En mitad de la noche desperté, sin el camisón, totalmente acalorada y excitada por un sueño que había tenía. Lisandro mi último novio y a quien no veía desde hacía mas de dos años, estaba tendido detrás mió y me estaba haciendo sexo anal a pesar de mis suplicas, era tan real el sueño que aún despierta sentía su pene dentro de mi estrecho ano, y cuando repare bien me hallaba en la misma posición del sueño con mis rodillas ligeramente apoyadas contra las sabanas y uno de mis dedos hundido cuan largo es dentro de ese lugar al que nunca antes hombre alguno me lo había insinuado hacer. Avergonzada por lo sucedido, retire rápidamente el dedo y un ardor sentí allí, pero a su vez un cosquilleo que nunca antes había percibido. Pensé “Me estoy volviendo loca”, si estuve treinta años sin hacerlo por allí, solo por las insinuaciones de ese hombre ahora repentinamente adquiría un inusitado deseo de hacerlo. Hasta llegue a pensar en llamarlo a Lisandro, pero para que?, él estaba en pareja con otra chica, y solo para repetir un sueño. No, pero me juramente que la próxima vez que estuviera con algún muchacho, si este me lo pedía lo entregaría sin más. Como aún estaba bastante excitada y pensando en ese apuesto caballero, nuevamente me masturbe y por primera vez desde que lo hago, ahora mientras con una mano acariciaba mi clítoris e introducía un dedo en la vagina, con la otra frotaba mi cola y un dedo lo hacía hacer círculos en mi ano, hasta que otro y estruendoso orgasmo me aplaco y pude finalmente dormirme. Sin necesidad de hacerlo, al otro día fui al mismo Banco, me estacione en la puerta y espere pacientemente si el apuesto caballero ingresaba, pero luego de una hora de infructuosa espera, me fui al estudio. A partir de ese encuentro esa entidad bancaria se transformo en mi obsesión, lo mismo que mis masturbaciones nocturnas, en donde no solo me acariciaba mi ano, sino que ya me introducía uno, hasta llegar a hacerlo con tres dedos. Cuando creí que el encuentro no se iba a repetir, un lunes en el que debía pagar demasiadas cosas, paso lo tanto buscado. En el preciso momento en que bajo de mi automóvil con mi cartera, veo que el abogado salía de su casa y apurando el paso entre primera, de tanto en tanto veía que él estaba detrás mió, y llevaba prolijamente abrochados todos los impuestos y tasas que debía abonar, una tira de calculadora por encima y el dinero ya preparado. El destino hizo la misma jugada, solo una de las cajas estaba abierta, por lo que cuando llegó mi turno, muy tranquilamente fui sacando de uno los comprobantes y abonaba de a uno. El pobre cajero pacientemente esperaba que sacara otro comprobante para poder cobrarme y así hasta que saque el último. Había transcurrido más de media hora, y la hilera de clientes detrás de mi era cada vez mayor, cuando tuve el último comprobante en la mano, me aparte al mostrador lindero a las cajas y comencé a ordenarlos. Estaba finalizando y mi corazón palpitaba fuertemente, cuando siento que una mano me toma de mi brazo y casi arrastrándome, me lleva a paso firme hasta la puerta. Era él, su cara de furia delataba que todo lo había hecho a la perfección y lo desafié a que cumpla con su promesa. Una vez en la calle me dijo “Te lo advertí y no me diste pelote, te dije que la próxima vez que hicieras eso te llevaría a mi casa de por la fuerza y te rompería ese blanco y apretado culo hermoso que tenes”, y me siguió llevando hasta la entrada de su casa. En tanto yo le balbuceaba excusas que ni recuerdo, ya que mi excitación iba en aumento. Una vez dentro de lo que era una hermosa mansión, me llevó directamente a una de las habitaciones muy elegantemente decorada y de un empujón me arrojo sobre la cama. “Pero que hace, no sea bruto, lo voy a denunciar a la policía” dije como para no hacérsela tan fácil, pero seguía mirándome desafiantemente y mientras se quitaba su ropa me ordenó “Desvestite, no me hagas perder tiempo”, “Mire que soy Escribana, le voy a hacer una denuncia por violación” le respondía para ver cual era su reacción sin atinar a quitarme ninguna prenda, a lo que agrego “Que carajo me importa, soy abogado y penalista, soy muy conocido, ¿a quien le van a creer a vos o a mi?. Vamos no pierdas mas tiempo y desvestite ¿o te tengo que desnudar yo?”. Tímidamente y un tanto sonrojada comencé a desbrocharme la blusa, y cuando esta estaba lo suficientemente abierta como para que se me vieran los pechos, me cubrí y me levante de la cama y le dije “Usted es un bruto, no va a logar nada de mi por la fuerza” e intente contra mi voluntad retirarme de allí, pero sus manos me detuvieron en seco, y solo enfundado en un bóxer del cual ya se notaba su prominente bulto me quito bruscamente la blusa y luego a los tirones la pollera. Me hallaba frente a él solo con el sostén y mi calzón de fina lencería, me tomo entre sus brazos y sentía que me derretía, ese hombre me estaba haciendo arder de pasión, dejando de lado su brutalidad inicial, me besaba con tanta delicadeza el cuelo y sus manos no dejaban de recorrer mi cuerpo, que ya me hallaba al borde del estallido. Cuando logro tocar el botón del sostén y este se cayó, mis pechos literalmente parecieron saltar apuntando con los pezones hacia él, quien los hizo blanco de sus besos suaves y delicados, aplicándole pequeños apretones con los labios y sorberlos para que crecieran hasta casi estallar. Me sentía totalmente húmeda, cuando note que sus manos se deslizaban para quitarme la última prenda que me dejaría en la total desnudez. Me dio vueltas y mientras tomaba los pechos con sus manos y besaba mi cuello apoyo abruptamente su bulto entre mis nalgas. Era imposible disimularle mi excitación, ya que toda mi piel se halla erizada, por lo que me fue empujando hasta el borde de la cama y me hizo caer lentamente boca abajo, pero dejando que mis rodillas se apoyaran en el colchón. Esas delicadas y suaves manos, abrieron mis nalgas, hundió su cara en mi privacidad, y su lengua traviesa recorría mis partes sin detenerse en ninguna en particular, ya me sentía al borde del orgasmo, pero así en la posición en la que me hallaba, como una perra en celo, sentí que su falo tanteaba la entrada de mi vagina y apretándome bien fuerte las nalgas me las levantó para que pudiera penetrarme cómodamente. Estaba tan lubricada que sin dificultad fue entrando, que placer, cuanto hacía que un hombre no me hacía el amor de esa manera, sentía el golpetear de sus testículos en mi cola y mi excitación estaba al borde del estallido, variaba la intensidad de la bombeada, lo hacía suavemente para acelerar y ponerle un ritmo frenético, lo que provocó que entre gritos de placer lograra un orgasmo por mucho tiempo contenido. En cuanto noto que me había corrido me la saco, e imperativamente me hizo arrodillar delante de él y con voz de mando me ordeno “A ver como me la chupas y de paso sentís el gustito de tu concha caliente”, y tal como su esclava dominada me la fui metiendo en la boca. Era algo grande, más grande de lo que conocía en mi escasa experiencia amatoria, y esa inexperiencia me llevaba a no ser una experta en la práctica del sexo oral, su gusto se mezclaba con mi flujo, pero en un descuido mis dientes lo rozaron, lo que hizo que se molestara y gritándome dijo “Que te pasa tarada, no sabes chupar una pija?”, cumpliendo el rol que me había asignado pedí disculpas e intente abrir bien grande mi boca para que no se vuelva a repetir. El me tomaba de los cabellos y movía mi cabeza hacía adelante y hacia atrás, mientras yo con los labios abrigaba ese aparato que deseaba tener nuevamente dentro de mi vagina. Luego de un rato de practicarle sexo oral, otra orden “Acostate boca abajo”, y así lo hice, “Abrite con las manos ese apretado culo blanco”, y aparte mis nalgas y de inmediato sentí que su lengua escarbaba mi ano, un hormigueo recorría todo mi cuerpo cuando su lengua fue reemplazada por un dedo que dificultosamente se abría paso hacía el interior, pero como me hallaba apretando otra orden “Vamos nena soltate un poco, sino te va a doler” y ante el estimulo y tal como lo hacía como cuando me masturbaba últimamente fui abriéndome para que su dedo entrara sin dificultad, pero luego de ello nuevamente la lengua lamía y escarbaba mi virgen ano. Luego y sin perdida de tiempo apoyo la punta de su pene en mi ensalivado culito y con un suave empellón lo clavo allí donde solo habían entrado sus dedos, los míos y su lengua, la primera sensación no fue placentera, pero era tal mi calentura que ya no me importaba la incomodidad. Manejando la situación y sin soltarme de la cadera me atrajo hacía él y lentamente me la fue hundiendo. Sentía como que una cuña me partía en dos, una cuña caliente y suave y lance un suspiro mezcla de placer y dolor. Intuitivamente lleve una mano a mi conchita y comencé a frotarla, mientras ese rudo hombre ya había hundido toda su humanidad dentro de mi casi virgen canal. Comenzó a moverse del mismo modo que lo hizo con mi vagina, ritmo lento para luego acelerar, y en mis manos notaba la humedad que dejaba los flujos que salían de mi interior producto de mi indisimulada calentura. Luego de unos diez minutos de moverse detrás de mi, y ya sintiéndome una experta ayudándole yo con mis propios movimientos, note que entre espasmos y deslizando bufidos logro eyacularme, con lo cual un torrente de esperma tibio inundaba mi intestino, y lanzando yo un grito de placer también tuve un nuevo orgasmo. Cayó rendido sobre mi espalda y lentamente fue perdiendo la erección, pero yo apretaba fuertemente mi esfínter para perpetuar ese momento, aunque ya totalmente flácido ese falo se fue retirando. Cuando cumplió su advertencia, imperativamente me dijo “Bueno ahora vestite y andate que tengo que trabajar”, y lo primero que me salio decirle fue “Que ya te cansaste? No eras tan machito como para romperme el culo de prepo y no te aguantas seguir haciéndolo de nuevo?”. Con esas palabras pareció que toque su orgullo machista y se tiro encima de mí, y me hizo el amor como nunca jamás hombre alguno lo había hecho. Tuve tres nuevos orgasmos y él solo una nueva eyaculación esta vez en mi vagina. Todo termino dos horas después y me marche por demás satisfecha. Esto me dejo dos enseñanzas, la primera es que cada vez que voy al mismo Banco llevo todo preparado para no hacerle perder el tiempo ni al cajero ni a los que están detrás mió, y la segunda, que el sexo anal es igualmente placero, cuando quien me lo hace, es el abogado, a quien veo regularmente dos veces por semana.

doctora de urgencias

Soy médica que atiende emergencias y lo más importante tal vez para ustedes, me considero una muy bonita y sensual mujer. Tengo 29 años, cabellos castaños claros, medidas 85-58-90 y mido 1.65 de estatura., y en mis mejillas se dibujan diminutas pecas. Estoy casada con un también médico, que me ignora y mis necesidades sexuales son extremas dada su desatención. Como les dije mi esposo también médico no me atiende debidamente, y es claro que tiene no una sino varias amantes, por lo cual solo yo estoy disponible para él cuando le viene en ganas, por lo que tengo que apelar frecuentemente a la masturbación para aplacar mis ansias de sexo y hasta que me paso lo que voy a relatarles, nunca se me había ocurrido engañarlo. Una calurosa mañana ni bien tomo mi guardia, me enviaron a tratar un paciente de 52 años con síntomas de dolor agudo abdominal. Los años del paciente, escasos 2 menos que mi padre ( también médico) me llevaron a pensar que se trataba de otro de los tantos ancianos que suelo ver descomponerse en épocas estivales. Cuando llego al domicilio, me encuentro con un muy apuesto señor que para nada representaba su edad, a pesar de lo demacrado de su rostro y las pronunciadas ojeras que suponían el no haber dormido adecuadamente. Me recibió en su coqueto departamento vestido con un pantalón de dormir corto y una remera sin mangas. Al verlo quede impactada, unos musculosos brazos, firmes piernas, cabellos algo largos y muy bien arreglado y entrecano que le quedaban muy bien y lo hacían por demás muy seductor. Para completar la planilla de la empresa de emergencias, antes de revisarlo le fui haciendo preguntas privadas y cuando llegue a su estado civil, dijo divorciado. Él se hallaba sentado en cómodo sofá un poco alejada de mí, cuando me acerco para tomarle la presión arterial y la temperatura, un perfume muy varonil y exquisito inunda mi pequeña nariz, e impulsada valla a saber porque motivo, se lo hice saber, agradeciéndome con un lenguaje propio de una persona extremadamente culta. En el ambiente muy iluminado sonaba sin llegar a molestar, Mozart y uno de sus hermosos allegros. Su presión y temperatura estaban dentro de los parámetros normales, por lo que le pedí que debía revisarlo y de ser posible en una cama para poder palpar correctamente su plano abdomen. Dificultosamente caminaba delante de mí guiándome a su dormitorio y le seguía sus pasos embriagada por su perfume. Todo allí estaba meticulosamente ordenado, y en el dormitorio perfectamente acomodado se hallaba en un caballete, un costosísimo traje, una corbata muy fina al tono, la camisa blanca y sus zapatos relucientes. Por vivir solo me sorprendió el orden reinante. Cuando le pedí que se bajara un poco el corto pantalón de dormir, lo hizo hasta sus rodillas, dejando al descubierto su sexo. Nueva sorpresa, no tenía nada de vello en la zona púdica pero lo que me acaloro más de la cuenta fue su enorme tripa, algo largo y grueso, lo más grande que había visto hasta ese momento. Comencé a palpar todo el contorno de su intestino y al llegar a la pelvis, ese mazo roza mi pequeña mano provocándome una excitación extrema. Él en tanto sin inmutarse permanecía con ambas manos a un costado, en varias oportunidades palpe la zona y no hallaba indicios ni zonas que le generaran dolor, pero seguía topándome con tamaño tronco, el cual ya retiraba tomándolo con dos dedos y que de buena ganas lo haría con mi boca. Tome el estetoscopio y empecé a escuchar sus ruidos, y una gran revolución había allí, hundí mi dedo por debajo del ombligo, y mi paciente del dolor producido levanto involuntariamente sus manos, una de las cuales se poso en mis nalgas, para pedirme disculpas de inmediato, pero la situación aumento mi excitación. No hallaba más que gases, otra dolencia, y tomándole fuertemente sus lampiños testículos le pedí que hiciera fuerza como para defecar y me dijera si le dolía donde tenía mi mano, pero esta imprudencia provoco que esa manguera que tenía por pene comenzara a crecer y endurecerse, un nuevo pedido de disculpas de tan educado caballero, pero la erección no paraba hasta que la corono completamente. La miraba y no podía creer lo que veía, a su largo mínimo de unos 30 centímetros, un grosor que haría la envidia de cualquier mujer y principalmente la mía que debía conformarme cada tanto con alguna atención por parte de mi esposo. Sin darme cuenta o dándome y no queriendo quitarla, mi mano seguía sosteniendo sus testículos, le di mi opinión: no hallaba nada fuera de lo común a nivel digestivo, pero él se quejaba que el dolor era bien pronunciado en su pelvis. Entonces me contó que hacía años padecía de un agrandamiento de su próstata y viendo en su mesa de noche, divise lo que eran dos envoltorios de preservativos y una caja con más sin usar. Al preguntarle si había tenido sexo, me respondió que la tarde anterior lo había visitado una amiga suya, al repreguntarle si había sido virulento, me dijo que como siempre, que ella, de paso delato su edad 30 años, era una voluptuosa mujer a quien había conocido algo más de diez años atrás, lo cual delataba que él ya era un hombre grande y ella una chica adolescente. Sin que se lo pidiera comenzó a describirla y hacía comparaciones odiosos con mi figura, sus pechos eran, diría él, mucho más grandes que los míos, y sus nalgas perfectamente formadas igualmente, de mayor dimensiones que las mías, ingenuamente pensé debe ser una gorda, pero un retrato de ella muy ligera de ropas que reposaba en la otra mesa y que me enseño, me demostraron todo lo contrario. Era voluptuosa si, pero con un rostro muy bonito y a diferencia de mi la naturaleza la había dotado de medidas como para enloquecer a cualquier hombre. Me contó que Pato, su nombre, era muy fogosa y cada encuentro era como el primero a pesar de los 10 años que se conocían, pero que nunca había intentado convivir, eran muy amigos con sexo, nada más que eso. En una persona de su edad me sorprendió el termino “amigos con sexo”. Fue ella quien lo depilo totalmente ya que le molestaba que cuando le practicaba sexo oral sus pelos quedaran en su boca, y como ella también se depilaba su concha totalmente, aprovechaba cuando lo visitaba para hacérselo a él y mantenerse totalmente lampiños ambos. Sin que me lo preguntara y tal vez movida por la envidia que me genero su comentario, le dije que yo también me depilaba totalmente y que la gran mayoría de las jóvenes argentinas lo hacemos, restándole importancia a mi comentario. Prosiguió diciendo que su Pato, era multiorgásmica y muy estruendosa para hacer el amor y que inevitablemente le debía hacer sexo anal, ya que ella era algo que disfrutaba mucho. Como no hice comentario al respecto me miró con sus hermosos y vivaces ojos grises y me pregunto desafiantemente ¿vos también haces sexo anal?, molesta por sus comparaciones le respondí afirmativamente, pero que era algo que no me resultaba placentero solo lo hacía a pedido de mi marido y cuando a este le venía en ganas tener algo conmigo, una imprudencia de mi parte, me paso tiernamente la mano por la mejilla y me dijo cariñosamente “como un hombre tan idiota puede tener en su casa una hermosura como vos y no disfrutarla todos los días”. Los calores me invadieron y notaba que mi vagina despedía gotas de flujo de la excitación. A pesar de no ser mi especialidad le dije que debía revisar su próstata, él conocía a la perfección como era el procedimiento, yo debía introducirle un dedo en su ano para notar el tamaño de la glándula afectada, y se incomodo, me dijo que solo lo haría con una condición que luego él lo haría conmigo. Intentando frenar sus insinuaciones le puse coto, y le dije que guardara la compostura, pero sonrío tan delicadamente que pareció robarme el corazón. Se puso en cuatro como un perrito, y previo calzarme un guante descartable y untarle con un poco de gel, le introduje el dedo mayor, y al palpar su próstata esta se hallaba totalmente agrandada e hice que lanzara un grito de dolor. Si bien soy médica clínica y no uróloga, jamás había palpado un órgano tan agrandado y el meterle el dedo en el culo fue un pequeño placer más halla de mi interés profesional. Cuando le pregunte si había eyaculado con sangre, se inclino de hombros como ignorándolo, e igual gesto hizo cuando le pregunte si la o las eyaculaciones habían sido abundantes. Solo se limito a decir que habían sido dos, pero que se quito el preservativo y lo arrojo a la basura. “Bueno entonces debe darme una prueba de su semen” le dije y desafiándome me dijo mientras me alcanzaba un preservativo “Sacamela vos”, lo mire con mi cara más seria pero de buena ganas la hubiera obtenido dejándolo que me hiciera el amor con esa temeraria pija la que seguía erguida y desafiante. “No, no puedo hacerlo si estas presentes, nunca podría masturbarme sabiendo de tu presencia. En nombre de la ciencia te pido que lo hagas vos chiquita”, y ese chiquita, terminó de desarmarme del todo, por lo que le puse el preservativo y empecé a frotar ese delicioso falo para obtener el néctar necesario. Un nuevo comentario de su parte, “Así no lo vas a lograr, sino hago el amor no eyaculo”, “Pero usted que pretende, que me acueste con un desconocido, respéteme soy una médica”, pero sus desafiantes ojos color tiempo me dominaron por completo y casi al instante me estaba quitando el uniforme celeste para quedar a su vista solo con mi corpiño y mi diminuta tanga. Estaba avergonzada, era la primera vez que engañaría a mi esposo, si bien se lo merecía no era lo correcto hacerlo con un paciente dolido. En cuanto me vio los encajes se incorporo y empezó a acariciarme y besarme el cuello y las orejas, con unos labios tan sedosos que me hacían vibrar, dominante de la situación me desprendió el sostén, y comenzó a sobarme las tetas, por lo que los pezones empezaron a crecer de la excitación, todo delicado como era, me quito la tanga y cuando me tuvo desnuda me tendió en la cama y él se deshizo de su escasa vestimenta para quedar en igualdad de desnudez ambos. Besaba cada milímetro de mi cuerpo y lograba arrancarme delicados gemidos de placer, ni que decir cuando se dedico a jugar con su lengua en mi sexo, la piel de gallina que logro se apoderara de mí, nunca nadie antes lo había obtenido. De un brinco por demás atlético por su edad, asumió la posición del 69, y delante de mi rostro tenía ese caño duro, largo y grueso, que primero tímidamente pero luego llevada por el deseo introduje lo que puede de él en mi boca. Luego de unos minutos de brindarnos placer mutuo, y manejándome como una muñequita me giro se colocó detrás de mí, y me fue penetrando por mi ardiente concha que ya chorreaba cataratas de flujo, lo sentía entrar y me sentía en entre nubes, que placer semejante poronga dentro de mi estrecha vagina haciéndome vibrar de la calentura contenida. Una posición determinada no le gustaba y me colocaba en todas las formas que se le antojaban para que cada vez que lo recibía arrancarme expresiones de puro placer. En los casi cuarenta minutos de sexo, tuve dos orgasmos que me brotaron de lo más interno de mi ser luego de años de mala atención. Lo seguía sintiendo duro como una roca dentro de mí, pero ya me hallaba exhausta. Le pedí una tregua, no daba más y lo que no quería escuchar “Princesita, aún no acabe y no podrás tener tu muestra de esperma”, “Bueno pero entonces apúrese que debo irme”, “A no chiquita, a las apuradas no puedo, por mi edad necesito mi tiempo, lo único que puede sacarme una eyaculación rápida es ese pequeño pero delicioso culito tuyo”. Madre mía, que me empalara con semejante tronco, no quería ni pensarlo, sería capaz de partirme en dos, pero me lo acariciaba tan delicadamente y su lengua me jugueteaba tan bien en mi pardo agujero, que cedí pero poniéndole como condición que yo marcaba los límites y decía hasta donde podía enterrarlo y debía ponerme lubricante para hacerlo algo más fácil. Cuando estuvo todo preparado, hizo que con mis manos abriera mis nalgas me apoyara sobre mis rodillas y parado detrás de mí, primero me apoyo su puntero en el culo, lo que provoco un hormigueo y un calor impresionante, y luego muy lentamente fue empujando, en cuanto entro su cabezota, sentí que me hacía trizas, pero ya estaba tan loca que poco me importo, necesitaba más y lo obtenía mientras él seguía empujando, el límite no lo puse nunca y prontamente me hallaba enterrada hasta el fondo sintiendo como sus testículos golpeteaban mi culo y no pude más y saliéndome la perra de adentro le suplique “si, así rompeme el culo como nadie lo hizo”, sentir esa anguila en mi intestino a pesar de la molestia me hacía temblar de placer. Note, tal como me lo anticipo, que a los pocos minutos me estaba acabando, lamentaba tener puesto un preservativo para no sentir ese ardiente líquido correrme dentro del culo y quería perpetuar ese instante, pero solo gritaba sin parar “seguí, no pares, seguí cogiendome el culo por favor”, mientras su mano se deslizaba por mi espalda con una caricia que me derretía toda. Detuvo su ímpetu mientras yo seguía meneando el culo como para retenerlo un poco más, pero fue inútil, lentamente lo fue quitando y en forma desafiante y viendo me desencajada cara por el placer que me brindo me dijo “Sacame el preservativo, allí tenes tu muestra de semen”. Hubiera querido que me abrazara, me siguiera besando y acariciando, pero el deber profesional por sobre todo, sentada lo expuse a la luz y le dije retomando la compostura, “Sangre no hay, la cantidad es suficiente para un hombre de su edad, pero igualmente consulte a su urólogo”, pase al baño me higienice, me cambie y me fui no como llegue, ahora me iba por demás satisfecha. Cuando apoye me maltrecho culo en el asiento del auto sentí su trabajo pero no me importaba, me había cogido un verdadero caballero como no lo hacía mi esposo, ni siquiera ninguno de los jovencitos con los que salí antes de casarme. Si creen que aquí termino la historia, están equivocados, por la tarde y sin que me lo pidiera volví a su departamento con la tonta excusa de preguntarle como se sentía. Y se sentía de maravillas, volví a terminar con el culo una vez más roto por esa tranca de fuego, pero feliz, volvía a sentirme una mujer deseada y atendida, la misma atención que me brinda cada vez que paso con una tonta excusa cuando puedo hacerme un tiempito.

sucedio en el metro

Mi nombre es Susana, tengo 19 años, soy rubia, de ojos marrones, mido 1.63, mis medidas son 90-62-94 y soy Argentina.
Diré que soy adicta al sexo, como cualquier otra, aunque no soy de mantener una relación estable; más bien mi ideología es la de ‘’relaciones de una noche’’.
Les contaré un relato acerca de un hecho muy interesante que me ocurrió hace unos días...
Volvía yo del trabajo, y como todas las tardes debía tomar el tren para ir devuelta a casa y he de decir que a esas horas es un completo lío debido a que toda la gente vuelve de trabajar y siempre vamos todos apretados. En estas situaciones nunca faltan los que aprovechan para meter mano, pero nunca pasa de ahí. Iba vestida con una minifalda tableada negra, una camisa blanca con un saquito encima, y llevaba una tanguita de las finitas.
Al subir vi que para mi buena suerte no había mucha gente, pero sabía que en cualquier momento se iba a llenar, así que fui hasta un rincón cosa de que no me aplastaran en el proceso; me di la vuelta y con mi reproductor de Mp3 me dispuse a esperar, pues el viaje iba a ser largo.
No paso mucho tiempo cuando llegamos a la segunda estación, allí el tren se llenó por completo, y la gente empujaba para abrirse paso. En otras palabras, quedamos todos como sándwiches.
Estaba escuchando una de mis canciones favoritas, cuando sentí una mano apoyarse en mi culo. No hice nada por que pensé que había sido un accidente, y es que como estábamos todos apretados podía pasar, así que lo deje pasar; pero mi sorpresa fue al sentir como la misma mano áspera se colaba por mi falda alojándose en mi nalga derecha para a continuación apretarla.
Estaba tan conmocionada que no pude hacer nada, no sabia como reaccionar y en ese momento el tipo debió creer que me gustaba por que se acerco a mi oído y me dijo ‘’Quee lindo culito tenes. Me gustaría rompértelo’’.
Esas palabras me provocaron miedo, pero también de alguna manera me excitaron, y es que el echo de no saber quien me hacia esas cosas era muy atrayente.
Lo próximo que oí fue el ruido del zipper al bajarse y después sentí como aquel tipo colocaba su verga entre mis nalgas y se frotaba contra ellas.
Yo ya me encontraba de cara a la pared, con las piernas separadas y esa cosa entre mis nalgas. Entonces el tipo me ordenó poner en pompa mi culito, cosa que hice inmediatamente, mientras me abría más las piernas y después de haber echo a un lado la tirita de mi tanguita apoyó la cabeza de su enorme verga para seguidamente meterla toda de una.
Yo estaba que no podía hablar por la impresión, y es que me la había metido tan fuerte que estuve tentada a lanzar un grito; pero sería demasiado vergonzosa la situación en la que nos encontrábamos, así que preferí callar.
Comenzó a moverse, y daba estocadas muy violentas por lo que no me quedó otra que agarrarme del apoya brazos.
Era muy rico sentir esa verga adentro, partiéndome en dos mi recién abierto culito.
Él me gritaba todo tipo de cosas, me decía ‘’Qué putita que resultaste ser….mmmm, que rico que es partirte …te voy a romper bien….ohh, si, que rico culito, que apretadito’’
Yo ya estaba que no podía más de la excitación, y es que esto me estaba resultando muy morbo así que solita dirigí mis manos a mis nalgas abriéndolas de par en par así las penetraciones eran mas profundas.
Después de 20 minutos pude sentir como aceleraba el ritmo de las estocadas y con la última me la clavó bien al fondo para luego correrse dentro mio, llenándome de lechita el culito.
Pensé que se retiraría inmediatamente, pero me la dejo adentro.
‘’mmm, que rica culeada querida. Espero que la próxima nos veamos de nuevo’’
Con esas palabras se retiró del tren, dejándome con un fuerte ardor en el culo y con su leche escurriéndome por las piernas.
Me acomodé la tanga que me molesto bastante, por que por si no lo había dicho la tirita de esta es una cadena, y al hacer contacto con mi hoyito me provocaba unas molestias terribles.
Pero así y todo baje del tren con un andar muy peculiar, pero nunca olvidaría esa culeada tan espectacular.
Por que desde ese momento quise experimentar más, por que en ese tren había aprendido que el sexo anal es muy placentero, y tenía muchísimas ganas de volver a hacerlo.

vacaciones aburridas

Las vacaciones para mí se habían terminado. Esos días en la playa a costa del dinero de mis padres habían llegado a su fin y sin más remedio, resignada a regresar a la monotonía de la vida diaria y la universidad, abordé el autobús que me llevaría de regreso a la ciudad, a casa.
Caminé por el pasillo del camión y muy pocos asientos estaban ocupados, lo cual fue una buena noticia. Mis amigas no iban conmigo para platicar y cantar durante el trayecto, así que dormir parecía la mejor opción. Sin muchos pasajeros, podría acostarme en los lugares de hasta el fondo sin que alguien se molestara por ello y así lo hice. Subí mis maletas a la parrilla y me tiré cuan larga soy, quedándome dormida casi de manera instantánea pues estaba muy cansada. La noche anterior me había desvelado en busca de un hombre que calmara mis ganas de sexo, un hombre que a fin de cuentas no encontré. En gran parte a eso se debía el que regresar a la ciudad me molestara. Pensé que al ir sola, podría conseguir un amante diferente cada noche, pero no fue así. Aparte de un chico que sufría de eyaculación prematura, nadie más pasó por mi cama. Las vacaciones se habían terminado y, ya dentro del autobús, las posibilidades de tener un buen polvo esfumado. No me quedaba de otra que dormir hasta llegar a mí destino.
No me di cuenta cuando arrancó el camión, ni el tiempo que transcurrió antes de que sintiera el primer roce, pero una mano sobando mi pierna me despertó. Abrí, más por sueño que por discreción, muy poco los ojos y pude ver quien era el dueño de esa mano traviesa. Se trataba de un hombre de aproximados treinta años. Cabello negro y corto, ojos café, cejas pobladas, barba tipo candado, labios carnosos, nariz chata y piel morena, en general un rostro atractivo. Del cuerpo no pude descubrir mucho, pues llevaba ropa muy holgada. Lo que si noté, es que sus manos eran enormes, de dedos largos y delgados, una señal de que muy probablemente, estaba bien equipado, algo que de tan sólo pensar y por las ganas acumuladas de varios días, me calentó en demasía, de una manera mucho más rápida de lo normal.
Me hice la que seguía dormida para que el continuara con sus caricias y no me defraudó. Su mano fue subiendo por mi pierna hasta llegar a mi cintura y ahí dio vuelta hacia mis nalgas, las cuales comenzó a palpar detenidamente, como reconociendo cada centímetro de piel.
Luego de varios minutos de sobármelas con una dulzura y una maestría que hicieron que me mordiera los labios y para sentir mejor su textura, me desabrochó los jeans y los bajó hasta mis rodillas, percatándose de que nadie lo viera. Se encontró con que mi trasero estaba prácticamente desnudo, pues usaba unas diminutas tangas que no cubrían absolutamente nada.
Llevó sus dos manos a mis glúteos y, ya sin una barrera que se opusiera entre ambas cosas, los apretó y los arañó hasta que sentí que me dolían. Fue entonces que ya no pude seguir fingiendo que estaba dormida, pero, o no le importó, o ya lo sabía, porque ni siquiera se inmutó cuando lo miré a los ojos. Continuó con su tarea de maltratar mis grandes, redondas y morenas nalgas, calentándome más con su atrevida e indiferente actitud.
Cuando se cansó de hacerlo, de un rápido movimiento y como si aquellos asientos no fueran tan estrechos, se acostó detrás de mí y me penetró con dos de sus furiosos y largos dedos, arrebatándome un gemido que por poco y no alcanzó a callar mordiendo mi brazo. Inició un lento y profundo vaivén que pronto me tuvo llena de jugos y entregada por completo a su voluntad. Conforme seguía hurgando dentro de mi vagina, el que estuviéramos en un autobús dejó de importarme y, con esas ganas reprimidas hablando por mí, le pedí que reemplazara sus dedos con algo más contundente y de inmediato se bajó los pantalones y sacó su verga, la cual cumplió todas mis expectativas: larga, gruesa, prieta y con una cabeza gorda y babosa.
Creí que me voltearía y me penetraría en ese mismo instante, pero en lugar de eso empezó a restregar su enorme polla contra mi culo, una y otra vez, incrementando mis ganas de sentirme llena y complacida. Así estuvo por un largo tiempo, sin dejar de masturbarme pero poniendo cuidado en que no terminara. Quería hacerme sufrir, quería que deseara su descomunal pene como a la misma vida y lo logró. Sin la menor discreción, me frotaba contra ese ansiado pedazo de carne que había estado esperando para quitarme las ganas y, con la mirada, le rogaba me penetrara de una vez por todas.
Me sentí aliviada cuando sacó un condón de su bolsillo y cubrió con él la longitud de su miembro, que palpitaba ansioso por entrar en mí. Por llenar con su grandeza el vacío de mi sexo, pensé, pero no eran esos los planes que él tenía. Él quería llenar otro de mis orificios, uno mucho más íntimo y el cual a nadie había entregado. Él quería darme por el culo y esa idea me asustó por un momento. Y digo por un momento porque en cuanto sentí la punta de ese mástil rozar mi ano, me tembló todo el cuerpo y ya no me importó por donde entrara. Lo único que sabía es que lo necesitaba dentro en ese preciso instante.
Gracias al cielo, él también lo deseaba con desesperación, lo notaba por su respiración agitada soplándome al oído. Con la ayuda de mis fluidos vaginales, que tan bien habían lubricado la zona, me enterró el glande y una pequeña porción del tronco, provocándome un dolor inmenso que calmó aumentando la velocidad de sus dedos dentro de mi concha. Y para poder avanzar, aceleró aún más el ritmo con el que me masturbaba y empezó a besar mi cuello y mis orejas. La técnica dio resultado. A los pocos segundos, sentí como sus testículos chocaron contra mis nalgas. No podía creer que tuviera alojada en mi esfínter aquella polla de impresionantes dimensiones y mucho menos, que se sintiera tan bien.
Ya estando por completo en mi interior, el atrevido extraño dio inició al clásico mete y saca, combinándolo con ligeros apretones a mi clítoris que me enloquecían y hacían que moviera mi cadera como una puta ansiosa de verga. Cuando él salía de mi culo, yo me alejaba, para que cuando él regresara, la embestida fuera más profunda y violenta. Repetimos ese movimiento cada vez más sincronizados y cada vez más rápido, hasta que el sonido de su pene abriendo los pliegues de mi ano y sus bolas impactándose contra mi trasero se escuchaba a tres filas de distancia.
Jamás había sentido algo parecido, jamás me había sentido más plena y complacida. Sus dedos seguían estrujando mi clítoris mientras su hinchado miembro continuaba bombeándome el culo aumentando la fuerza de sus estocadas a cada segundo. Me tenía hecha un mar de lubricantes y me controlaba a su antojo. Cuando se percataba de que estaba por correrme, hacía algo como morder mi hombro para impedirlo, como si no quisiera que llegara al orgasmo o deseara que lo hiciéramos juntos.
Pero él no tenía para cuando, por más feroces que eran sus estocadas y por más que meneaba mis caderas intentando hacerlo terminar, él no mostraba signos de querer hacerlo. Continuó penetrándome por varios minutos más, hasta que mi mirada se torno blanca del enorme placer que se concentraba en mi entrepierna y la frustración de no poder expulsarlo. Mi sexo me ardía por el incansable mete y saca de sus dedos y el culo, sin que yo lo supiera, me había empezado a sangrar, pero no por eso el disfrute del momento era menor. Por el contrario, se elevaba conforme el tiempo transcurría y eso es lo que ya no soportaba, el no alcanzar la cima.
Con voz entrecortada, le pedí que me permitiera venirme y, más porque él estaba por hacer lo mismo que por compasión hacia mi persona, aceleró el ritmo con el que me follaba y con el que me masturbaba. Un torrente de emociones viajó por mis venas hacia mi sexo, desde donde explotó para esparcirse a cada una de mis células, en el orgasmo más espectacular que hubiera experimentado jamás. Al mismo tiempo que me retorcía y mordía mi brazo para ahogar mis jadeos, sentí los espasmos de su verga dentro de mi culo, señal de que se había corrido.
Después de la última de sus contracciones, se salió de mí y, golosa como siempre, me hinqué para quitarle el preservativo y, después de beberme lo que éste contenía y al mismo tiempo que el chupaba de sus dedos los restos de mi venida, limpiar esa polla que tanto placer me había proporcionado. Los dos nos acomodamos la ropa y él se fue a su lugar, con la mirada castigadora de una anciana que se había dado cuenta de todo sobre él.
Lo que no había conseguido en todas las vacaciones, lo obtuve en el camión. Eso si que fue suerte, pero más lo fue lo que ocurrió un par de horas después. Cuando llegamos a la central de autobuses, cada quien tomó su caminó sin siquiera dirigirnos la mirada. Él se fue directo a tomar un taxi y yo decidí comer algo antes de hacer lo mismo. Ya con el estómago lleno, me fui a casa, donde me esperaba la sorpresa. En cuanto cruce la puerta, mi madre me pidió que la acompañara a la cocina para que me presentara a un primo que se quedaría con nosotros pues estaba por empezar sus estudios de pos grado en la ciudad. Ese primo era ni más ni menos que el extraño del autobús, ese que me había dado la cogida de mi vida. Como si en verdad no me conociera, algo que era verdad hasta cierto punto, se presentó como Alejandro y me dio la mano. Cuando sentí la fuerza con que me estrechó, por poco y se me doblan las piernas, pero logré controlarme. Mi madre, ansiosa de pasarle las obligaciones de buena anfitriona a alguien más, nos dejo solos para que lo pusiera al tanto de todo. Y yo, dando gracias a Dios por la inesperada coincidencia y como la mujer educada y...caliente que soy, me preparé para darle la mejor de las bienvenidas.
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Autor: edoardo

la visita en la clinica

Todo comenzó con la visita de una amiga a la clínica donde me encontraba internado, ella se quedaría como mi acompañante nocturna.
-" Hola Norbi, vine lo antes posible, que gusto poder verte aunque lamento las circunstancias." La voz de Silvia fue para mi como si me volviera el alma al cuerpo, la sentí dulce, serena y sobre todo reconfortante .Hacia días que yo había sido internado y estaba con un diagnostico terminal, mis pulmones estaban simplemente colapsando, lentamente y definitivamente me asfixiaría, días mas, días menos.
Estaba radiante, un vestido corto de seda color crema sin mangas, le permitía lucir su bronceado mediterráneo. Sus formas curvilíneas se podían entrever al límite de lo que su elegancia se lo permitía. Cuando me beso en el saludo, lo hizo junto con un delicado y largo abrazo que me estremeció, su exquisito perfume y el suave cutis me turbaron. Definitivamente una dama me había venido a visitar, si bien éramos compañeros del secundario, ella vivía en Italia desde hacia ya varios años y era toda una ejecutiva de su propia empresa en asesoria de negocios internacionales.
Bendigo el momento en que 10 años atrás me llamo para saludarme después de otros tantos años de haber terminado el colegio. Para esa altura yo ya era todo un perdedor, no me faltaba nada para ser peor, ir a verla fue un esfuerzo desesperado para encontrarme con mi antigua esperanza y ganas de vivir que en ese entonces me caracterizaban. Fui terriblemente sincero y en sus ojos pude ver que me había trasformado en un ser despreciable...Me hizo sentir que nada en esta vida me daba en derecho de haberme arruinado así, y sin saber ni como, ni de donde encontraría la fuerza, decidi cambiar como sea para bien. No tenía nada que perder. Un accidente a los 15 años marcaron para mal mi salud y mi destino, las desgracias y todo lo que conlleva, sumado los vicios y el cruel mal amigo del cigarrillo se cobrarían mi vida a pesar de todo el esfuerzo que había hecho por mejorar durante el ultimo tiempo. De todas maneras, gracias a ella, había recuperado la cordura y eso solo lo puede valorar el que alguna vez la perdió.
Ahí estaba su bello rostro frente a mí. Había venido desde el viejo mundo solo para despedirme. Yo un perfecto y moribundo don nadie, cargado solo de buenos recuerdos e infinitos sueños, estaba siendo inmensamente halagado con semejante visita. Tenia ante mi a una buena mujer a la cual le conocía su alma, tanto como ella la mía. Charlamos de varias cosas pero la presencia era lo que mas contaba .Me había tomado la mano y me miraba directamente a los ojos mientras me hablaba, con ambas manos le estreche la suya y con la mirada le implore que se acercase, así lo hizo y le dije que nunca encontraría la forma de agradecerle lo que había hecho por mi, que me había devuelto el sentido de la vida y que simplemente entendía, hice una pausa como buscando letra para decir algo mas, justo cuando iba a agregar algo, arrima sus labios y me da un delicado beso en los labios. Si bien era algo por mi deseado lo sentí impensado, ella estaba en pareja desde hacia años con alguien a quien consideraba un santo, sobre todo después de haberse divorciado de un árabe que le había roto el corazón. La abrace tímidamente y le correspondí el beso, suavemente lo fui alargando y mi brazo la atrajo aun mas.
Sentía que si pasaba la barrera de la amistad la arrastraría a un lado peligroso para ella, quería refrenarme pero se me estaba haciendo imposible. Me vio directamente y sentí que se me daría el ultimo deseo, sea cual fuese, algo así como la ultima cena antes de abandonar este mundo .La mire seriamente y ví en sus ojos temor, si bien el oscuro y sin compasión mal ya me teñía la mirada le hice saber que aun en mi estado la deseaba profundamente. Tome conciencia que ella era mi premio a conservar un afecto valioso con la sola fuerza del corazón. Lo tomaría sin más; apasionadamente nuestras lenguas se fueron entrelazando, puse mi mano en sus bellas formas y sentí como me invadía nueva vida y calor. Sus pechos se sentían poderosos y su cuerpo de mujer me había conquistado tan fuertemente como en su momento lo hizo su amistad, sinceridad e integridad. Nos incorporamos y la pasión tomo el mando por completo, le baje los breteles del vestido y este le cayo hasta la cintura ,descubrí sus pechos, amplios y generosos eran una invitación a succionarlos, apretarlos , morderlos, besarlos, y mamarlos, cosa que fui haciendo una a una. Desde el pezón hasta las axilas nada quedo sin recorrer, el sutien voló sobre su cabeza de un solo movimiento y la tersura de su piel me tenia atrapado tanto como mis manos a sus turgentes pechos, los besaba y luego tomaba distancia para admirarlos, bese su abdomen y me deje caer de rodillas arrastrando con mis manos el vestido que cayo a sus pies.
Mi lengua se poso sobre la parte mas oscura de su traslucida y mínima braga y con unos húmedos y rápidos movimientos de la misma fui buscando sus zonas mas sensibles guiado por sus excitantes gemidos.Casi colgado de sus caderas me hundía mas en su braguita que para ese entonces estaba toda mojada y casi podía adivinar todo el panorama ,mi lengua seguía haciendo de las suyas y la presión de sus manos en mi cabeza y sus caricias en mi pelo me desato un frenesí incontrolable. Le baje del todo la braga y con rápidos movimientos de sus piernas se deshizo de braguita, vestido y zapatitos de charol, luego puso su pierna sobre mi hombro dejándome una vista completa de su sexo .La presión de su pantorrilla en mi espalda me internaba aun mas en sus delicias y seguí con ímpetus desde su clítoris hasta casi su colita. La di vuelta y abrí sus nalgas maravillosas, instintivamente quiso cerrarlas pero le fue imposible, a pesar de la excitación su pudor era evidente, mis manos estaban aferradas a su cadera abriendo fuertemente con mis pulgares sus dulces carnes, mi lengua fue directa a su rosado centro y como si tuviera vida propia empezó el reconocimiento. Su tersura era virginal, se ve que se había salvado del árabe y del santo, pero estaba ahí solo para mi, algo me había guardado y yo lo sabría valorar con pasión. Seguí lamiendo y los gemidos iban en aumento.
Yo tenia una erección que me estaba matando y una pasión que me hacia hervir la sangre, de tanto restregar mi cara contra sus caderas la tenia febril, sentía mis labios como hinchados de tanta succión, su dulce colita me sabia a chocolate y parecía que me quedaría ahí para siempre. Sentí un fuerte gemido y luego se volteo y me puso de pie, tomo mi camisolín con ambas manos y rápidamente me lo saco dejándome desnudo y mostrando una fuerte erección. La atraje y bese su traspirado cuerpo como si fuera la última vez que lo haría, con su mano me acariciaba el miembro y con sus ojos me decía todo lo que me esperaba esa noche. Se arrodillo frente a mí y me beso el pene como a un amigo al que recién se lo presentan, muy lentamente su lengua se fue animando y recorriendo toda la extensión, me fue excitando cada vez más. Le tome la cabeza con ambas manos y le di a entender que ese placer era de mis favoritos, me miro y con una mirada cómplice se lo introdujo lo mas que pudo. Su boca y sus labios en plena acción era un espectáculo en si mismo, su lengua era la gloria en movimiento, su saliva hacia ver brillante a mi miembro y cada succión parecía agrandarlo un numero mas.
Aun de rodillas me soltó de su boca y apoyo sus pechos contra mis piernas, se los tome y luego de juntarlos fuertemente los penetre ayudado por su sudor fui tomando un ritmo que la hacia delirar. Mi esperma gritaba por salir, pero estaba atrapada, ansiaba llegar pero a pesar de todo seguía con un dominio que me era desconocido. Su boca succionaba mi glande, sus senos, sostenidos ahora por sus manos, me aprisionaban dulcemente. Sentía como su lengua me hacia entrar en trance, me recorrió hasta llegar a mis testículos y con alternadas succiones parecía que se me ponían de acero y con ganas de mas. Finalmente paso la lengua por mi ano y en mi pene sentí un brinco y como si me encendiera el glande .La pasión era inefable y mis ansias por su cola ya era incontenible. Nos dirigimos hacia una mesita que daba a un espejo, recostó su cuerpo sobre la misma, y tomando firmemente la mesa con sus brazos me ofreció su esplendoroso tesoro. Todo su cuerpo húmedo era una invitación a las más locas fantasías, mi pene poseído se veía como grande para ser introducido en un lugar tan estrecho, cuando se lo apoye en el ano, dio un gemido de placer y miedo. Nuestros corazones se podían escuchar de lo fuerte y acelerados que latían. Nuestras caras en el espejo eran el vivo retrato de la lujuria, los cuerpos transpirados eran un mural de lucha grecorromana. Le dije que se tranquilizara, que la deseaba, que nunca la olvidaría y la querría por siempre. Su calor era enorme y sentía que me quemaba lo que me provoco empujar firmemente y sin titubeos. Cuando entro la cabeza, dio un fuerte llanto agónico, casi con la intensidad de un grito, que me helo la sangre. Las enfermeras lo tienen que haber confundido con los que suelen dar los enfermos de cáncer de tanto en tanto y que hacen que uno suplique para que terminen. Le tape suavemente la boca con mi mano y sentí sus calientes lagrimas correr abundantes sobre la misma. Busque sus labios con los míos y con besos y pequeños mordiscos le fui acallando sus quejidos. El dolor era grande, pero yo me estaba fundiendo con la criatura que mas quería en este mundo y no lo interrumpiría por nada, a fin de cuentas era toda una mujer y su suerte estaba echada, nuevamente le susurre que la amaba desde el alma, que se quedara tranquila que el dolor pasaría. Sus lagrimas seguían corriendo pero menos. Sin tregua, lentamente y sin pausa seguía ejerciéndole presión. Sus manos agarraban la mesa con tal fuerza que parecían que nunca la soltaría .Deslice mi mano hacia su clítoris y lo acaricie. Mire mi pene y faltaba entrar casi todo, el placer que me estaba dando su colita era enorme y faltaba mucho mas, rogué en mi interior que mi amada lo pudiera compartir. La tome de los hombros y sin más reparos empuje con todas mis fuerzas.
La envare por completo y un gran gemido se escapo de su garganta. Yo me sentía bufar y el placer que me estaba dando desde sus entrañas me hacia sordo a sus quejidos. Solté el peso de mi cuerpo sobre su espalda y con mis manos tome sus aferradas manos de la mesa, se las fui acariciado y la besaba por donde podía. La entrega había sido enorme y me sentía con la devoción de aliviarla .La levante y cruzándole sus brazos sobre su pecho con los míos la abrace firmemente. Finalmente estábamos unidos estrenando sensaciones, acaricie sus pezones y su clítoris. Fui bebiendo una a una sus lágrimas y nuestros cuerpos se fueron acompasando en un ritmo cada vez mas provocador, en cada metida y sacada de mi pene le arrancaba un nuevo gemido, sus tonos componían una música erótica que nos puso en gozoso trance. El dolor pasó a ser solo un condimento de la gula sexual que estábamos experimentando.
Me sentía como el hombre viril que nunca fui, atrapado en los encantos de mujer. La presión sobre mi pene era grande debido a su estrechez y sentir sus gemidos, ahora de placer, fue la puerta que se abrió para dejarme descargar el semen que ya lo sentía como abundante veneno. Cuando llegue en su colita el tiempo se detuvo, un instante eterno me invadió, las acometidas fueron raudas y Silvia mi amor estaba al borde del paroxismo, repose su cuerpo sobre la mesa y al sentir mi miembro desentumecerse lo fui retirando. Semen y sangre se deslizaba por su entrepierna. Me senté en la cama y me quede shokeado por la intensidad de la penetración. Silvia seguía recostada en la mesa totalmente relajada casi desmayada, la vista desde donde estaba seguía siendo atractiva y mi miembro empezó a reaccionar nuevamente al igual que Silvia ,que como si hubiese despertado de un pesado sueño se fue incorporando y vino junto a mi, tenia los ojos rojos ,me miro como haciendo pucheros de nenita y me dijo "Hijo de puta, me rompiste el culo"luego me sonrió como si me hubiera gastado una broma y como suelen hacer las mujeres para variar, comenzó con un largo llanto. Nuevamente lágrimas inconsolables y yo con mi pene que no podía disimular la calentura atroz de poseerla nuevamente. Creo que lloraba por todo el tiempo que habíamos perdido de estar juntos anteriormente, por lo poco que nos restaba compartir y por lo pronto de mi partida. A esta altura ya había aprendido que detrás del llanto de las mujeres que me habían querido, venia algo siempre mucho peor para mi que para ellas…Cuando quise decirle algo para consolarla, me tapo los labios con su mano suavemente como pidiéndome tiempo para desahogarse, entre lagrimas y sollozos la puse de rodillas al pie de la cama y le ofrecí nuevamente mi pene a sus labios. A medida que me la fue mamando se fue tranquilizando, parecía que en la piel de mi miembro sentía todo lo que paso por su colita y con cada una de sus lamidas se fuera aliviando. Cuando me dejo de nuevo a punto le tome su cabeza por las mejillas y la levante, nos besamos apasionadamente y su deseo me devoraba, su deseo era ya todo para mi, no había mas nada, estaba entregado a mas no poder. Me faltaba el aire y la desesperación me ponía aun más loco. Quería hacerme parte de ella, vivir en ella, morir en ella .Le pedí que se recostara boca arriba y puse mi cabeza entre sus piernas, fui directo a su conchita y le lamí el clítoris como un verdadero endemoniado. Si tenia que perder la cabeza esta seria la mejor manera, sus gemidos de placer me abrazaban, sus entrepiernas me apretaban la cabeza y sentía arder las orejas, tenia ganas de volverme topo para llegarle hasta la matriz, no se cuanto tiempo estuve lengüeteando y comiendo su conchita pero la deje loca.
Tome sus bellas piernas desde los tobillos y arrodillándome frente a su sexo, las puse sobre mis hombros. Apreté mi verga que la tenia a mil y la introduje a fondo, podía ver su carita gozar plenamente, gotitas de sudor rodaban por sus labios, los mordía frenética, la tenia a 90 grados con sus piecitos en alto, con las manos le estrujaba los pechos, le apretaba los pezones y por sobre todas las cosas nos estábamos pegando una cogida salvaje, sentía el golpeteo de mis testículos contra sus nalgas sudorosas. No se si me había bajado la presión o me había agarrado un bajón de sexo pero mi cuerpo era agua, no me podía controlar, quería a esa hembra y la quería satisfecha, la fui cogiendo cada vez mas sin contemplaciones, gotas de sudor salpicaban de nuestros cuerpos en cada embestida. Yo estaba desatado y no sabia como podía ella estar gozando de una cogida tan dura, me pedía mas, no sabia de donde sacar mas pero lo que tenia se lo daba, sus movimientos espasmódicos me estaban adelantando que se nos venia un gran orgasmo."Te amo" le gritaba "cojeme" me decía ella, la maquina del sexo se había encendido y todos los engranajes estaban aceitados, lo realmente fuerte era la pasión que parecía que nos iba a hacer volar a los dos. De repente sentí sus manos agarrar mis testículos, con una fuerza que parecía que se estaba colgando de ellos, y ahí la maquina se hizo carne nuevamente y en ese momento el de los gemidos orgásmicos fui yo; eso fue para el orgasmo de Silvia un detonador que la envolvió en oleadas de placer animal, yo la tenia de la cintura fuertemente sujeta contra mi miembro brindándole los últimos estertores de mis testículos que habían largado todo y aun así me costaba refrenar sus impulsos .Finalmente me deje caer hacia delante, me contuvo con sus piernas y luego me recibió amorosamente como solo una mujer que ama lo puede hacer."Norbi, mi bebe…te quiero..."me decia .El cansancio se adueño de todo y abrazados tiernamente Silvia se abandonaba al sueño. Yo mas que sueño me sentía fundido y extasiado, el cansancio literalmente me comía, yo estaba conciente que estaba desapareciendo, no pude reaccionar a nada, fue abrupto y por sorpresa cuando la muerte me encontró.
Como en un sueño me halle contemplando mi cuerpo muerto sobre mi amor dormida, quería volver desesperadamente, no por mí sino por no estar separado de ella. Miraba fijamente a mi cadáver y no había forma, estaba remuerto, ni pista ni señal de cómo volver, solo el aura luminosa de Silvia parecía darme esperanza. Los minutos se me hacían eternos y yo en un dilema inconmensurable. Estaba muerto y lo más curioso es que sentía como si ya hubiese estado en esa situación anteriormente. Esa terrible sensación de que aunque haya amor uno debe partir igual ya me era conocida...A lo lejos la gran luz me atraía, como a desgano la fui viendo como mi único destino. Súbitamente Silvia en su soñar hace un movimiento que desplaza mi cadáver suavemente hacia un lado. Ahí estaba su cuerpo esplendido, su cara era la de un ángel dormido, más radiante y atractiva que nunca su brillante aura le daba luz propia. Me quede contemplando su bello vientre, su prolijo y ardiente pubis, sus amorosos senos. Largas piernas, delicados pies, de arriba abajo me parecía la imagen de la gloria. Estaba en el limbo de mi contemplación cuando una pequeña pero potente luz se avizoraba desde el interior de su vientre, inconscientemente me sentí revivir, sabia que eso era algo importante, me atraía con una fuerza descomunal y entendí, entendí que ese era mi camino y mi oportunidad de volver; desde su pronta fecundidad, renacería en ella y ella seria todo para mi y yo todo para ella. Ya no la dejaría sola nunca más y por sobre todas las cosas había encontrado la forma de devolverle ese amor incondicional que ella me había dispensado tanto tiempo atrás. Seria su Norbi, su bebe…

cita en lacafeteria

Ocasionalmente la vida nos depara situaciones fuera de lo común, y tal vez me he tardado en asimilar esta historia totalmente, aún a veces mi mente la cataloga como una fantasía demasiado lejana, y llego a creer realmente que nunca ocurrió.
Fue en una cafetería donde habíamos acordado la cita, llegué lo mas temprano que pude, después de salir del trabajo, imaginaba todas y cada una de las fotos que había publicado en su blog, fantaseaba con la idea de tener una tarde inconfesable.
Ella ya había llegado, por un momento al verla a lo lejos pensé en arrepentirme, en huir de ahí y no volver a hacer citas a través del blog, en eso estaba cuando su mirada se cruzo con la mía, no atiné mas que a saludarla nerviosamente, me di cuenta que era más atractiva de como me la había imaginado, además de que tenia una personalidad atrayente, al sentarme y presentarme vinieron a mí, ideas muy vagas acerca de mis fantasías con Katsya y me concentré en no dejarme llevar por las emociones que en ese momento eran muy encontradas, charlamos solo un momento ya que ella no disponía de mucho tiempo, abandonamos pronto aquella zona de Polanco para dirigirnos al sitio acordado previamente, nos conducimos dentro el auto hasta el garage que nos asignaron, y mientras se cerraba la puerta automática nos comenzamos a besar, al principio muy dulcemente y aumentando de intensidad a medida que nos acariciábamos.
La distancia que nos separaba de la habitación transcurrió entre besos y caricias ya subidas de tono, empecé a besarle el cuello mientras sus manos recorrían mi entrepierna y mi pecho...aun con ropa rocé suavemente sus caderas hasta bajar a la zona donde ya se sentía una deliciosa humedad, llegamos entre tropezones y besos a nuestro destino, y nos sentamos en el borde de aquella cama, nunca me imagine el nivel de excitación que desbordaba mi cuerpo, mire deseosamente esos senos que conocía ya de memoria en fotos pero que al tenerlos cerca de mi solo atine a acariciarlos delicadamente.
Nuestras prendas se convirtieron en un obstáculo muy engorroso, ya habiéndonos librado de nuestras primeras ropas, comencé a mordisquear su oreja y cuello mientras con mi cuerpo la cubría , ella se apoyaba en la cama con sus manos, mis dedos buscaban afanosamente, desabrochando, jalando, acariciando y tocando, mi mente estaba completamente narcotizada de pasión cuando ella se volteo para dejarme desnudarla completamente y solo comprobar que sus jugos inundaban ya su sexo...disfrute su sabor inundándome cada vez más entre aquellos labios cuya excitación parecía compartir con la mía.
Mi lengua se hundía cada vez más entre sus húmedos rincones, mientras mi pene adquiría una erección que me urgía a penetrarla, mis dedos jugueteaban con su vagina y la parte posterior de ella, hasta que parte de sus jugos inundaron su trasero. Mis dedos comenzaron a juguetear con su ano, introduciendo poco a poco uno de ellos hasta desaparecer por completo en él, al mismo tiempo que mi lengua jugueteaba con su clítoris, estaba tan excitado que solo quería que Katsya me dejara penetrarla, un momento después reparé en lo que estaba sucediendo al momento de comenzar a sentir pequeños espasmos en todo su bajo vientre.
solo entonces entendí que dos de mis dedos estaban haciendo travesuras con su trasero, Katsya había tenido un orgasmo bastante envidiable, en un momento más ella había tomado una posición excitante al comenzar a hundir mi miembro en su boca, era impresionante ver como me hundía por completo casi hasta rozar su garganta, yo estaba tan extasiado con aquellas chupadas tan deliciosas mientras mi manos jugaban con sus senos y su caderas, aquellos movimientos casi me hacen venirme en el momento que sus manos tocaban mis testículos, masajeándolos y disfrutando teniendo mi pene completamente hundido en su boca.
Disfrute cada vez más que mi sexo era devorado por aquellos labios, que no dejaban espacio sin chupar, mordisqueando y lamiendo cada rincón de mi pene, estaba a punto de venirme cuando le pedí que parara , que no quería venirme tan rápido y perderme la oportunidad de montarme en su caderas mientras la penetraba, hicimos un par de movimientos hasta quedar frente a frente y mientras la besaba ella se monto en mi pene, hundiéndolo hasta el fondo de su vientre, comenzó entonces una serie de movimientos intensos que estuve apunto de venirme en no menos de dos ocasiones, para lo cual sus senos eran recorridos intensamente por mis labios y lengua, mis manos acariciaban su espalda y le ayudaban a subir y bajar en la deliciosa tarea de montarme por completo, mi erección estaba tan hinchada que solo me perdía en aquel mar de sensaciones intensas e inusitadas, volvimos a cambiar de posición hasta que Katsya se recostó sobre su espalda y mientras abría las piernas yo la tomaba de los tobillos para jalarla hacia mi miembro, éste ya se hundía profundamente en su vagina, al grado de casi venirme instantáneamente cosa que pude contener al observar sus senos moverse rítmicamente al compás de mi penetración, comencé a sentir nuevamente como se venia por segunda ocasión en un momento de profundas estocadas y besos urgidos de sus senos, trate de concentrarme al máximo ya que para mi estaba siendo casi imposible contener mi eyaculación, Katsya lo detecto y con un movimiento delicioso empezó a humedecer mi pene con su saliva. Cuando pensé que ella continuaría hasta venirme, me recostó sobre mi espalda y recargando su cadera en vientre y sus pies en mis piernas comenzó asentarme en mi pene.
La sensación al principio fue de estrechez, y me volví loco de excitación al darme cuenta que ahora la estaba penetrando por su trasero, al poder entrar completamente grité de placer mientras mi pene desaparecía entre sus caderas empece a sentirme embriagado de placer cuando su espalda se recargo sobre mi pecho y sus piernas estaban en el aire, mis manos aprovecharon entonces para acariciar su clítoris y excitarme más al darme cuenta que mi pene entraba cada vez más fácil, nuestros movimientos culminaron en una intensa corrida que disfrute besando a Katsya amorosamente, mi cuerpo estaba fundido completamente a ella como si fuéramos parte de la misma mezcla orgánica, y contemple aquellos delicioso senos que intensamente disfrute acariciándolos una vez más.
Nos besamos cariñosamente antes de abrazarnos y disfrutar de aquel periodo de calma , nunca me habría imaginado que el entrar a aquel blog me iba a dar la mejor venida de mi vida.

beatriz en la oficina de correos

Bea, como así la gustaba que la llamaran (Beatriz), trabajaba en la Oficina de Correos de una provincia cercana a Madrid. Era una muchacha de unos 24 años aproximadamente, muy delgada, pero tampoco muy alta, lo que la hacia una chica proporcionada, con las formas muy marcadas, morena, tanto su mirada, como su tez y su cabello; largo y lacio hasta prácticamente la cintura.
Sus pechos eran pequeños, pero parecían mas grandes debido a su delgadez, su culito muy marcado junto con sus caderas, las cuales siempre quedaban bastante señaladas en su cuerpo.
Bueno, a todo esto debo indicar que mi nombre es Daniel (Dani) tengo 33 años y trabajo en una gestoría, lo que continuamente me provoca desplazamiento a dicha oficina con el consiguiente calentón que sufro al ver a Bea. Tanto roce como podéis imaginar hizo que mi relación con ella pasara del simple "buenas tardes" al "hola que tal estas" y de ahí al "saludo por la calle" sin prácticamente habernos parado a charlar.
Pero todo cambio una tarde de noviembre del año pasado. Me acerque a la oficina de correos a enviar un Burofax y unos cuantos certificados, cogí mi numero de rigor, y esperé a que fuera mi turno En ese momento estaban dos personas atendiendo al publico y una de ellas era Bea (prácticamente no me fije) pronto fui atendido y tuve la suerte de que fuera Bea.
Todo marchaba como de costumbre, pero surgió un problema, el Fax no aceptaba mi envío tras varios intentos inútiles, lo que motivo que viniera el Jefe de Servicio, el cual me invitó amablemente a que viera como se realizaba el envío desde una sala contigua de clasificación de cartas, allí nos desplazamos los tres. Bea, estaba nerviosa e insistío a su Jefe realizar ella misma el envío, tras lo cual el mismo nos dejo solos a los dos. El ambiente era muy frío, pues la sala aproximadamente de unos 50 m2 infundía a ello.
La muchacha repetía una y otra vez que no "entendía" porque no funcionaba su fax, que toda la tarde habia funcionado.
En ese momento, justo en ese momento, me fije detenidamente en ella, vestía unos vaqueros Levi´s 501 muy justos, cinto de piel marrón ancho, y un jersey de hilo de cuello alto muy ajustado, fino, tan fino que permitía metérselo por dentro del pantalón.
Yo situado detrás de ella no podía dejar de mirar su culito, "que coño de culito" CULO, porque era un señor culo, ajustado, (por cierto sin marca de braga) lo que me inducía a pensar que llevaba tanga.
Realmente no se como paso, pero cuando estaba agachada y se levantó la tome por la cintura de espaldas y la apreté contra mi pecho, (espere llevarme un guantazo), ella no dijo nada, realmente no hizo nada.
Se dejó llevar como si nos conociéramos de toda la vida, o como si lo estuviera esperando, tal vez por el ímpetu, pero así fue.
Yo también, me hubiera gustado poder dedicarla mas atención, pero las circunstancias, el lugar, la situación, no lo permitían y ella lo sabia.
Jamás la desnude pero me la folle, ¿como que si me la folle? Como dios manda (o asi creo).
Rápidamente, desabroche su cinturón, y baje a media altura esos jeans que llevaba (no sin trabajo, por lo ajustado que los llevaba), su tanguita, como ciertamente pensé, era negro, de esos de tira, fino, finísimo, que se introducía en la raja del culo y labios vaginales prácticamente sin notarse, y su piel era fina, finísima y suave como los melocotones.
Yo, sin mediar palabra, descendí rapidamente hasta su ano, el cual lamí, desesperadamente, prolongando la operación hasta su clítoris, fresco, muy fresco ("es una sensación que siempre me pasa con las mujeres que llevan tanga. Su coño tiene algunos grados menos de temperatura"). Rápidamente me bajé la bragueta, mi berga, estaba roja, hinchada, a punto de estallar,("circunstancia que de pensar que nos pudieran pillar, nunca hubiera estado así"), jamás pretendí que me la chupara, pues no tenia tiempo, tenia de romper aquello, de una manera o de otra, pero romperlo.
Apunte mi glande sobre su raja, y apreté; tengo de reconocer que apreté, todo lo que pude y entre, entre en su coño.
Comencé a follármela, con fuerza, pero no me hizo falta; Bea tenia una cavidad vaginal, ampliamente dada de sí, pese a su reducido tamaño físico. En ese momento yo me encontraba ya sentado en una silla giratoria y Bea encima de mi de espaldas y abierta, muy abierta. Mientras continuaba el "va y ven" yo la ayudaba al mismo agarrándola por las caderas, huesudas, marcadas por su delgadez, pero hermosas. Bea pese a parecer una muchacha limpia exteriormente, era una cerda, pues su coño desprendía un olor fuerte mientras follábamos, pero agradable; y su ano, cuando se lo comí anteriormente vislumbraba algún que otro resquicio de suciedad, pero no me importaba, estaba buenísima y este era mi momento.
La muchacha disfrutaba, pero debido al lugar donde nos encontrábamos contenía sus gemidos, cosa que yo también tenía que hacer.
Acto seguido, me decidí a romperla el culo. En la misma situación que nos encontrábamos, no me era difícil sujetar a Bea con una mano y con la otra apuntar mi glande sobre su ano.
Ella no dijo nada, yo esperaba que se negara, pero no dijo nada. Circunstancia que me hizo presagiar que no era el primero en explotar ese lugar. Efectivamente sin lubricación alguna, solo con los jugos vaginales que habían resbalado de la penetración vaginal, se la introduje, a media altura, hasta la mitad.
En ese momento Bea soltó las manos que tenia apolladas en mis piernas y las dejo en el aire, (yo estaba anonadado) y cual fue mi sorpresa que se quedo en vilo, solamente sujeta por su pies al suelo.
Sabia perfectamente lo que hacia.
Posteriormente se introdujo una mano por dentro del suéter y comenzó a acariciarse los pezones y con la otra se tocaba el clítoris, ella sola.
Sin decir nada comenzó a flexionar las rodillas para iniciar el "vaivén" respectivo. Yo alucinaba, "me estaba follando ella a mí".
Para contribuir a su trabajo, levanté de un golpe seco la pelvis de la silla, y entro "valla si entro" toda de un solo golpe. El movimiento fue frenético, aquello era la gloria, su ano se ajustaba perfectamente a mi polla, estábamos acoplados de una manera integral, tanto que en un abrir y cerrar de ojos me corrí dentro de su ano. En ese momento pensé que aquello había terminado, pero no, ella seguía, necesitaba satisfacer su placer y yo no podía defraudarla.
Yo tenia una sensación agridulce dentro de mi, por un lado me estaba follando a una delicia de muchacha, pero por otro lado aquello no tenia ningún merito, ese ano había sido dilatado en muchas ocasiones pese a la corta edad de la muchacha, lo que unido al lugar donde estábamos y las circunstancias del momento indicaban que ella estaba acostumbrada a ese tipo de juegos.
Mientras seguía disfrutando de su ano, el cual por cierto, veía desde mi posición como se tragaba mi polla con facilidad, contemplaba como se desprendía una sustancia lechosa (cuando mi polla estaba en la posición mas alta y fuera del ano), de un color café con leche, era como "crema oscuro", posiblemente producto de mi primera descarga de semen y residuos de excrementos que lógicamente se encontraría en sus intestinos. De repente ella hizo un movimiento brusco de columna hacia atrás. Concretamente hacia mi, lo que facilito que con una mano tocara por el interior del jersey sus pechos pequeños y firmes, bajo un sujetador de relleno; y con la otra mano acariciar el bello situado encima de su clítoris (Bello escaso, pero no depilado, de poca altura, posiblemente rapado, en alguna ocasión) el cual me llamó mucho la atención, pues, solo era de unos centímetros de longitud hacia el ombligo.
"Era una muchacha perfecta para llevar tangas o bragas de talle corto, pues su mata de pelo era testimonial. "
En ese momento el vaivén se hizo frenético y ella tuvo un orgasmo de fuerte caudal, tanto que mis canzoncillos y mis pantalones, situados a la altura de los tobillos, quedaron impregnados de aquella sustancia viscosa.
Sin mediar palabra, Bea, de desacopló, volvió a colocarse la tirita del tanga en su sitio, pues en ningún momento se lo quitó y se subió los pantalones, con una mirada picara me dijo "vamos que hay que poner un Burofax" y acto seguido conectó la maquina. Simplemente la enchufó a la red eléctrica. Me sentí engañado, con una cara de "gilipollas" cuando me dirigía a la salida que no os podéis imaginar; y para colmo los compañeros de Bea la saludaban muy amablemente.
La chica se tenia que haber "follado" a toda la dependencia del Servicio de Correos de la provincia, y yo era una muesca mas en su coño.
Los días pasaron y cuando yo me acercaba a Correos y ella estaba allí, todo era como al principio saludos y nada mas. Nada mas, porque una vez directamente en la ventanilla, donde ella atendía al público, la dije que deseaba volver a follarla, pero esta vez en mi casa, con calma y a mi gusto, pero nunca aceptó. Siempre se evadía.
Una de dos, "o no estuve a la altura de aquella muñeca" ó "Bea, era una ninfomanía, una putilla que no cobraba, pero en definitiva una putilla".
Al poco tiempo deje de ver a Bea en Correos, meses después me la encontré con un muchacho, de la mano, por la calle, y ella con un abrigo largo, denotaba un cierto volumen en su cintura, ¡ madre mía, estaba preñada !
La saludé como de costumbre con un hola y adiós, y pensé "saldrá el bebe con una carta debajo del brazo"…

mi adorada pastora

Dora la Pastora Entre las mujeres de la congregación se había corrido la voz sobre mi relación con Raquel. Tal vez ella pecó de indiscreción pues yo jamás lo comenté con nadie. Yo me enteré que éramos la comidilla entre los chismes femeninos cuando Dora, la esposa del ministro de la iglesia, me pidió que habláramos en privado después del servicio religioso. Lleno de incertidumbre me quedé en mi asiento mientras todos los feligreses abandonaban el resinto. En breve, la Hna. Dora se sentó a mi lado. Dora era una mujer de unos 34 años de edad. Piel morena clara, chaparrita, pasadita de peso; mismo motivo por el cual sus senos y caderas estaban muy recalcados; es decir voluminosos. Su cintura también estaba voluminosa pues tras dar a luz a tres hijos estaba rodeada por una leve lonja que le era dificil disimular. Su cabellera era larga y abundante. Siempre bien peinada, pero su rostro carecía del mas mínimo maquillaje. No rimel. No lapiz labial. Nada. Como esposa del dirigente religioso, debía ser el ejemplo de lo que en esa iglesia se predicaba; y la mujer, según ellos, debería lucir completamente natural. Así que Dora tampoco lucía alhajas de ningún tipo. Sin embargo, era muy atractiva y pese a la falta de maquillaje tenía su propio modo de lucir su coquetería. Su limpieza era incomparable y olía a flores. Con una sonrisa en los labios se dirigió a mi en tono amable -Raquelito me dijo que te ha estado dando "estudios bíblicos"… En mi rostro no se pudo disimular la duda de cuánto realmente le había contado Raquel ya que nuestros supuestas lecciones generalmente terminaban con sesiones de sexo oral y anal. Seguramente la pastora creía que solo leíamos la Biblia. -Pues sí, Raquel me ha enseñado muchas cosas.- respondí relajado. -Pues me he permitido pedirle a Raquel que la próxima lección la tomes conmigo. ¿Cuándo te la iba a dar Raquel? -De hecho íbamos a estudiar hoy en la tarde. – Le dije resignado a perder mi sesión de placer con mi bella amante. -¿En casa de ella? -No, habíamos quedado que en mi casa. -OK, perfecto. Entonces ahí nos vemos después del servicio vespertino. El resto del día me fue imposible hablar con Raquel para que me explicara qué ocurría y porqué la insistencia de la Hna. Dora en darme la lección. En el servicio vespertino, todo aparentó estar normal. Dora dirigió los coritos como era su costumbre. El predicador no era el Pastor pues había ido a predicar a otra iglesia como solía hacerlo. Tenía poco tiempo de haber regresado a mi departamento cuando alguien llamó a la puerta. Era Dora. Le abrí y entró casi de prisa. La invité a ponerse cómoda en la sala y le invité limonada fresca la cual tomó casi de prisa comentando que tenía mucho calor. Tomé mi Biblia y mi folleto de lecciones y me senté junto a ella. Poniendo su mano sobre la mía, me dijo mientras me veía fijamente -Mira, estoy enterada de lo que le has estado haciendo a Raquel… Alarmado, intenté ponerme de pie tras sentirme acusado. -Yo le puedo explicar…-traté de justificarme inutilmente. -Trata de calmarte, no vine a reclamarte. Al contrario. Tu sabes que mi esposo es el Pastor. Raquel me tiene mucha confianza y se veía muy contenta pero con dudas sobre la santidad de su conducta. Me relató cómo ha conservado su virginidad pero no se ha quedado sin probar los placeres que le has sabido dar como hombre. Precisamente es por eso que me he atrevido a venir hasta aquí. Verás, mi marido se dedica a Dios. Se la pasa orando y rezando. Pasa horas visitando enfermos y dando estudios bíblicos. Casi no me toca. Yo lo busco pero hasta me ha llegado a insinuar que el sexo es pecado. Pero yo soy de carne y hueso. Cuando Raquel me platicó lo que han estado haciendo, no pude evitar excitarme e imaginarte (y hasta desearte). -¿Quiere que le haga el amor?- Le pregunté sorprendido. -Hace años tuve un novio. Antes de casarme con el Pastor. Antes de conocer la religión. Con él tuve sexo de todo tipo, incluyendo el anal. Fue algo increíble y llegué a pensar que era parte de una relación entre pareja. Pero llevo doce años casada con el Pastor y cada día se aleja mas la posibilidad. Hace mucho que no experimento un orgasmo. Y el sexo anal, ni pensarlo. Sí, quiero que me hagas el amor. Quiero que me llenes del placer con que has hecho tan feliz a Raquel. Se que no soy tan bonita como ella, ni tan joven. Pero si estoy mucho mas experimentada. Su cara estaba completamente ruborizada. La ausencia de maquillaje no permitía que su vergüenza se pudiera disimular. Todo su cuerpo temblaba. ¡Cómo rechazar tan rica mujer! Su mero olor me excitaba. Su insinuación me había provocado tremenda erección. Puse mis manos alrededor de su cuello y acercándome a su cara, junté mis labios a su boca. En breve, estabamos unidos en un intenso beso. Mientras nuestras lenguas se acariciaban mutuamente, nuestras manos se dieron a la tarea de recorrer nuestros cuerpos. ¡Besaba como toda una hembra! Acaricie su cuello, luego su nuca para bajar de inmediato a sus senos los cuales eran de tamaño generoso pero mas bien flágidos y vencidos por la gravedad a pesar de la tensión del sostén. Su respiración iba en aumento mientras sus manos traviesas y exploradoras iban en busca de mi insrumento. Expertamente, desabrochó el cinturón, abrió mi cierre y en breve bajó los pantalones y calzoncillos dejando al descubierto mi mástil en completa erección. Mientras que yo magraba sus tetas, ella tomó entre sus manos mi engrandecida verga y con indescriptible maestría la pajeó otorgándome placer inemesurable. En breves momentos, terminé de despojarla del resto de su ropa. Efectivamente, era una hembra con belleza completamente al natural. Su abdomen estaba cubierto de estrías debidas a los tres embarazos. Tenía una gran cicatriz debida a una cesarea de uno de sus partos. Sus mamas colgaban pesadamente al igual que las carnes de sus nalgas y caderas. La lonja de su torso era mas obvia en su desnudez. Su pelbis estaba con los vellos crecidos y abultados. No los recortaba ni rasuraba. Me excitó verla tan natural y tan hembra. Me detuve por una fracción de segundo a pensar lo que estaba por suceder pero el deseo por esa mujer pudo mas que mi pudor. Habría de darle el placer que ella buscaba. Con gusto saciaría su sed de verga dura y aplacaría su fuego. Continué recorriendo toda su piel, su espalda y cintura, sus nalgas y pechos. Dejando nuestras ropas sobre el sofa, la tomé entre mis brazos y la llevé a mi alcoba. -A ti si voy a poderte dar verega en tu chochita.- le susurré al oído mientras con mis dedos abría sus labios para constatar que su sexo emanaba grandes cantidades de jugo. -Ya dámela, no me hagas sufrir.- Contestó al tiempo que abría sus piernas para dejar su rajita lo suficientemente abierta para mostrar su color rosado y labios vaginales hinchados de color obscuro. Me monté sobre ella en posición de 69 al tiempo que le decía: -Primero vas a gozarla en tu boca y vas a gozar las caricias de mi lengua. Al acercar mi pedazo de carne a su rostro, ella lo tomó con una mano y de inmediato se dio a la tarea de mamarlo como si su vida dependiera de ello. Yo por mi lado, me dediqué a saborear los jugos que fluían en cantidades generosas de su rajita. La oía gemir en cada lamida y sentía su cuerpo vibrar cuando dedicaba tiempo a succionar su clítoris el cual estaba erecto y fuera de su prepusio. Su boca al rededor de mi verga se sentía tibia y húmeda. Era una hembra que sabía dar placer a un hombre. Su mano al rededor del tronco la giraba para retorcerlo mientras su boca saboreaba el glande y el resto de pene. Movía su lengua magistralmente brindándome un placer infinito en cada roce. Era una experta mamadora de verga y parecía gozar tanto como yo. Entre el poblado pelambre, con mis dedos abrí sus labios vaginales dejando al descubierto la totalidad de su sexo. En seguida me dediqué a lamer su cuevita con suavidad pero velozmente. Corría mis manos por diferentes partes de su cuerpo enardecido. Sus nalgas eran eróticas y me producía mucho placer tomar cada gluteo entre mis manos y estrujarlos con fuerza y abrirlos de par en par hasta que su culito se estiraba frente a mis ojos. La nalgueaba y volvía a abrirlos cada vez con mas fuerza. Tras cada nalgada ella gemía de placer. Cada vez abría sus nalgas con mas fuerza hasta que parecía que la piel de su esfinter iba a reventar. Su cuerpo entero se retorcía. Fue entonces que acerqué mi lengua a su pequeño ano. Perfectamente sabía que ella buscaba que le diera placer en el culo, al menos es lo que me había insinuado. Se le veía muy estrecho y lo traía limpiecito pues al probarlo con mi lengua solo me supo a sexo. Mientras le metía la lengua para comenzar el proceso de dilatación, sentía como ella seguía dedicada a mamar mi verga como la mejor de las putas. ¡Jamas hubiera imaginado que la esposa del Pastor fuera tan candente en la cama! ¡Vino buscando que la enculara, pues con gusto iba a romperle el culo! Metí mi dedo índice hasta lo mas profundo de su vagina para de inmediato sacarlo y embarrar los jugos extraídos en su diminuto agujero. Repetí esto varias veces mientras ella gemía cada vez mas fuerte hasta que su culito estaba lo suficiente lubricado. Entonces mi dedo empezó a buscar entrada por la puerta trasera. Le agregué cantidades generosas de saliva. El dedo resbalaba con facilidad. Ella se quedó quieta. Metí mi dedo hasta la mitad sin dejar de viborear su clítoris. Tras un momento, Dora regresó a darme placer con su boca mientras dejaba escapar ciertos sonidos gloturales y movía su cadera en forma circular. Terminé de meter el dedo el cual ella recibió con mucho agrado pues tras gemir y quedarse quieta por un breve momento, empujó sus nalgas contra mi mano al tiempo que su lengua se paseaba por la piel de mis testículos. Rellenaba su boca con un testículo mientras que golozamente lo acariciaba con su lengua fuera de control. Yo me dedicaba a lamer su clítoris y a meter y sacar mi dedo de su apretado culito. -¡Mmm! ¡Qué rica verga! La tienes mas grande de lo que me había imaginado. - dijo con la respiración entrecortada. -¿Te gusta? – Le pregunté torpemente. -Mmmm…¡me encanta!- y seguía mamándola Sacando el dedo de su culo, junté mi dedo medio y procedí a meter ambos. Al sentir la diferencia de grozor ella empezó a gemir fuertemente y a gritar -SI…SI…SI Sin detenerme, terminé de meterlos. Ella abría y levantaba las piernas para darme acceso total. Una vez adentro de su recto, los separé en forma de tijeras y los retorcí en círculos. Su agujero menor empezó a ceder al ella no poner la menor resistencia. Los saqué y regresé a la carga con tres dedos. -¡AHHH!-Gritaba ensordesedoramente- SÍ, SÍ…ASÍ… Estaba como fuera de control. Había suspendido de mamar mi verga. Con sus manos bajo la cadera, levantaba su cuerpo hacia mí. Restregaba sus voluminosas nalgas contra mi mano buscando el placer que la penetración de mis dedos en trío le daban. -Ya, dame verga. ¡Métemela! YA. Tras incorporarme, coloqué una almohada debajo de sus caderas. Tomé entre mis manos cada uno de sus tobillos y los jalé hacia sus hombros. Ella abrazó sus piernas y las apretó contra su pecho dejando libres mis manos sin perder esa posición tan accesible. De rodillas sobre la suavidad de mi cama, tomé el frasco de vaselina del buró y me apresuré a untar una buena cantidad al ano de Dora y a lo largo de los 20 cms de mi verga erecta. Conforme metía mis dedos llenos de vaselina hasta lo profundo de su colita, ella continuaba retorciéndose y gimiendo de placer. Alterné entre meterle tres dedos al culo y metérselos a su rajita inundada en sus propios jugos. En los dedos de mi otra mano puse mas vaselina y le metí tres dedos en su conchita y tres en el trasero. Esto pareció volverla loca pues sus gritos, jadeos y la forma como se retorcía en la cama eran impresionantes. Con mis manos empuñadas me apoyé sobre el colchón quedando mis brazos al rededor de sus muslos. Puse la punta de mi verga en la entrada de su vagina y sin mas se la metí hasta el fondo de un solo golpe. De su garganta salió un chillido agudo y prolongado. Doblaba mis brazos y en seguida los exendía con fuerza para provocar que su cuerpo se meciera en la cama logrando un acompasado mete y saca en su rajita. Mi alcoba se llenó de un coctel de sonidos. Se oía el rechinar de la cama acompañado del sonido provocado por el choque de nuestros cuerpos, los gritos de Dora entre y la combinación de mis pujidos y gemidos. Con la respiración entrecortada y en medio de su gritera alcanzaba a decir una que otra palabra -Ahhhh, que grande la tienes… Sin tregua yo seguía perforando sus entrañas con furia. -Sííí…sííí…no dejes de moverte…estoy llegando… Balbuceó mientras su cuerpo se convulcionaba envuelto en un intenso orgasmo. Su cuerpo bañado en sudor igual que el mío. Su corrida me excitó más pues no hay cosa que de más placer a un hombre que sentir que su hembra explote en un orgasmo. No interrumpí el mete-saca pero si ajusté el ritmo a lo que su lenguaje corporal me comunicaba. Mi verga estaba a punto de estallar. Las paredes vaginales estaban a una temperatura ardiente y sus flujos permitían que hubiera una exquisita lubricación para dejarme navegar libremente en ese tunel de carne que proporcionaba un placentero cosquilleo en todo lo largo y ancho de mi lanza. Sentí que perdía el control y sin querer todavía eyacular, saqué mi miembro para recuperar mi respiración y control. Mis brazos seguían apoyados sobre la cama así que no me fue fácil volver a meterla al primer intento. Sentí como ella estiró una mano y tomando mi pene lo dirigió a su agujero. Al sentir contacto al rededor de mi glande, volví a presionar sin lograr entrar de nuevo en su cuerpo. Dora lo había dirigido a su ano. Por eso la entrada estaba mas difícil. Con una mano abrió sus nalgas y con la otra se aferró a mi estaca mientras me decía que empujara. Lentamente sentí como la cabeza de mi verga se comprimía al ir entrando a la gruta menor. Ella volvió al jadeo y al chillido mientras daba su aprobación a ser enculada. Una vez que sentí firmeza en la estocada, empujé con todo mi cuerpo penetrando su culito hasta el fondo. De nuevo, la recamara se sofocó con sus gritos de placer al continuar embestiendo su fundillo. -Aaaayyy…me vas a reventar. La oí decir sin entender si lo que decía era provocado por el placer o si había alguna molestía. -¿Te molesta? -Muy poquito, pero me da mucho placer. Quería ser enculada, pues tendría que soportar cómo le taladraba el culo sin reparo hasta que le llegara el placer total. Dado que no protestaba, decidí que la estaba gozando y procedí a cogerla de lo lindo. Los mete y saca eran con fuerza y velocidad. Tenía un culo riquísimo, sin duda la vaselina ayudaba a que se le resbalaran mis 20 cms propinándole el más grato placer. Habiendo soltado sus nalgas, ahora sus manos estaban en mi espalda las cuales frotaba con fuerza, se aferraba a mi carne hasta el punto de enterrar sus uñas. Yo disfrutaba sus caricias mientras arremetía ese culo que estaba por reventar. Mis brazos empezaban a cansarse de sostener mi cuerpo y ser la fuerza motriz para impulsar su cuerpo hacia mi. -Ponte a gatas.- Le ordené después de haber desfundado mi falo. Ella obedeció y en un dos por tres estaba en cuatro con la cintura arqueada lo cual dejaba su culito afilado y dispuesto. Sin reparo, tomé mi verga con una mano y la dirigí a su vagina. La embestí con todas mis fuerzas hasta llegar al punto de sentir que el semen reborboteaba y amenazaba con derramarse. Saqué mi pito y aspirando profundamente para recobrar el control y evitar la eyaculación, volví a clavarla en su aun lubricado culo. Ella se retorcía mientras gritaba y se perdía en un aullido sofocador. En cada embestida mi cuerpo chocaba contras los cachetes de sus redondas nalgas. Mis manos se aferraban a sus caderas y el vaiven de mi cuerpo oscilaba libremente mientras en cada centímetro de mi pene sentía cuando ella ponía presión a su esfinter para morder el pedazo de carne caliente que la penetraba. Mientras la oía pujar y gemir, la agarré con fuerza de los hombros y mientras la embestía, jalaba su cuerpo hacia mi logrando unas penetraciones profundas y salvajes. Sus gritos se ahogaban en cada pedazo de pared de mi habitación. -Sí…Así…Más…Dámela toda Si se salía del ano, la atornillaba en su rajita; luego regresaba al estrecho culito. Los dos agujeros estaban deliciosamente buenos. Los dos le producían placer pero sus reacciones eran diferentes dependiendo de que hoyo le estuviera rellenando. -¡Está buenísima Dora! Le dije mientras le propinaba una ligera nalgada a la que ella resondió con un gemido de placer. Me dediqué a picarle el culo con mi endurecida pija mientras repetidamente le acomodaba azotes con mi mano cada vez agregando mas fuerza hasta que la piel de sus nalgas se tornó de un color rojo profundo. Ella había perdido completamente la voluntad y se entregaba íntegra a la follada que le daba. -Más…Así…AAAAYYYYY…Sí…Toda…Toda…mmmm Su cabellera se agitaba como la melena de una yegua desbocada. Yo le agarraba con una mano la cadera y con la otra seguía jalándola de su hombro hacia mí y esporádicamente le acomodaba nalgadas en sus ya enrojecidos cachetes. Su culo era el protagonista. -Toda…toda…dámela toda… Mi cuerpo se llenó de una excitación que no pude controlar mas. Ese divino culo apretaba mi verga y estaba por ocasionar que le vaciara todo mi semen en lo mas profundo de su intestino. Ella tenía una de sus manos en su rajita y la movía aceleradamente en la zona de su clítoris. Sin parar, seguí cabalgándola hasta que estallé y con fuertes espasmos descargué cantidades abundantes de semen que había madurado y era necesario despojar. Mientras eyaculaba, apretaba su cadera y hombros con fuerza. Gemía fuertemente y la embestía entregándole toda mi fuerza y velocidad. -¿Querías verga? ¡Pues gózala!…¡Te estoy llenando el culo de semen! -AH…SI…DAMELA TODA…ME VENGO. Entre chillidos, su cuerpo explotó en el más profundo de sus orgasmos de esa tarde. Todo su cuerpo se convulsionaba y al terminar quedó temblando y llorando al tiempo que sus labios dibujaban una sonriza. Después de descansar un breve momento, la invité a la regadera en donde le lavé su culito, sus estrías, sus voluminosos pechos y su lonjita coqueta. -Pastora, soy la oveja negra de tu rebaño -Pastora en la iglesia. Aquí soy Dora, la que te adora. Dora era para todos la abnegada pastora. Una mujer consagrada, dedicada al estudio de la Palabra. Desde ese día, para mi fue "Dora La Ponedora". Dora la Mujer.